La histeria en Estados Unidos por la supuesta y no completamente probada interferencia rusa en las elecciones de Estados Unidos está llegando ahora al punto de un enfrentamiento abierto con Rusia. Gran Bretaña se ha subido al carro con su supuesta y no probada acusación sobre la implicación oficial rusa en el envenenamiento con armas nerviosas de un antiguo espía, a quien Rusia no podría tener ningún interés concebible por eliminar.
Siria se encuentra en el epicentro de esta campaña mundial de miedo, odio y amenazas. Durante la mayor parte de los últimos siete años, el derrocamiento del gobierno de Damasco ha sido el objetivo central de los gobiernos que se hacen pasar por “amigos” del pueblo sirio. Pero desde la intervención rusa con apoyo aéreo en 2015, el “cambio de régimen” ha dado paso a la determinación de detener a Rusia. La motivación es totalmente negativa. No se puede permitir que Rusia gane en Siria ni en ningún otro lugar y, con este fin, se puede decir cualquier mentira y permitir cualquier distorsión de las noticias.
Nunca antes las “noticias” habían merecido menos esa designación. Los medios de comunicación han pisoteado los principios básicos del periodismo. No informan de las noticias sin temor ni favoritismo y no protegen a las personas de las mentiras y la manipulación de los gobiernos. En realidad promueven esas mentiras. No representan los intereses del pueblo, sino los designios de los gobiernos -a menudo malévolos- y los intereses creados que los respaldan. El santificado lema del New York Times, “Todas las noticias que sean aptas para publicar”, necesita ser reemplazado por algo más contemporáneo, más sintonizado con el falso ciclo de “noticias” en el que todos estamos atrapados; quizás “Toda la mierda que es apta para publicar”. Lo que se está publicando -sin duda sobre Siria y todo lo que tenga que ver con Rusia- es propaganda de alto rango diseñada para fomentar el apoyo al choque y posiblemente a la guerra con Rusia.
Esto se ha puesto de manifiesto una vez más en la negativa de los medios de comunicación a informar sobre el descubrimiento de una fábrica de armas químicas de Jaysh Al-Islam en la Guta oriental. Las acusaciones de ataques con armas químicas por parte del “régimen” se han hecho de forma intermitente desde el inicio de la guerra contra Siria en 2011. Ninguno ha sido corroborado. Todas las pruebas apuntan en la otra dirección. Los takfiríes estaban experimentando sometiendo a conejos a la exposición con armas químicas casi en cuanto comenzó la guerra. Pronto pasaron a las personas. Después de que Barack Obama declarara su “línea roja” en 2013, se esforzaron por empujar sus ataques más allá de ella a lo largo de 2013 (incluyendo Jan Al-Assal y Adra en marzo) culminando en la atrocidad cometida en las afueras de Damasco en agosto.
Se culpó al “régimen” y Obama estuvo a punto de lanzar un ataque militar contra Siria antes de ser persuadido por las agencias de inteligencia de que la evidencia no estaba allí y de que Estados Unidos estaba siendo empujado a una trampa por una operación de “bandera falsa”. La falsedad de la acusación hecha contra el gobierno sirio fue expuesta por la evidencia científica y el periodismo de investigación de Seymour Hersh, que ahora es persona “non grata” en todo el espectro de los medios corporativos estadounidenses, tanto “liberal” como de derechas. A pesar de su extraordinario historial, que se remonta a sus reportajes sobre la masacre de My Lai en Vietnam en 1968, ahora tiene que buscar editores fuera de su propio país.
En abril de 2017 un aparente “ataque” con armas químicas contra Jan Sheijun, en la provincia de Idlib, fue seguido unos días después por un ataque con misiles estadounidenses contra la base aérea desde la que supuestamente se habían lanzado los productos químicos. Sin visitar el sitio, un informe conjunto de la Organización para la Prevención de Armas Químicas (OPAQ) y la ONU concluyó que el sarín había sido arrojado desde el aire sobre Jan Sheijun y que el gobierno sirio era el responsable. Las fuentes dijeron haber visto un avión sirio que incluía a los Cascos Blancos, una organización incrustada entre los takfiríes en todo Siria, y “observadores” en la ciudad de Jan Sheijun, infiltrada y ocupada por el grupo terrorista Hayat Tahrir Al-Sham.
Objetivamente, Estados Unidos y sus aliados no defienden al pueblo al que teóricamente se han comprometido a destruir, sino a los grupos takfiríes, ideológicamente iguales al Califato Islámico, que siguen manteniendo sus posiciones a pesar de los avances del ejército sirio. Ellos son efectivamente las tropas de primera línea de los gobiernos occidentales y sus aliados del Golfo, su verdadera naturaleza oculta, por más referencias engañosas que hagan a la “oposición” y a los “rebeldes”. Ahora están a punto de ser derrotados en la Guta oriental, y de ahí el creciente “crescendo” de ataques contra el “régimen” sirio y la amenaza por parte de Estados Unidos de una intervención militar directa. La dirección retórica la ha tomado Nikki Haley, embajadora de Estados Unidos ante la ONU, que ahora ha ampliado el tema diciendo al Consejo de Seguridad que, a menos que se tomen medidas concretas, “Rusia podría utilizar estas armas aquí en Nueva York o en cualquier país que forme parte de este Consejo”.
Considerando la naturaleza no completamente probada de todas estas acusaciones de ataques con armas químicas por parte del gobierno sirio “respaldado por Rusia”, tan estridentes como infundadas, es significativa la negativa de los gobiernos “occidentales” y de los medios de comunicación corporativos a reconocer la dura evidencia que se acaba de producir sobre la producción de armas químicas en Siria.
En los últimos días, el ejército sirio ha encontrado una fábrica de armas químicas abandonada por Jaysh Al-Islam en la aldea de Al-Shiffuniyya oriental. El material incluye estanterías cargados con botellas de productos químicos y filas de barriles de plástico, en lo que parece ser una cámara de mezcla subterránea, un gran tambor metálico con el logotipo del fabricante estampado en el lateral (“Hill-Rom Mediplus Air Plant”), una gavilla de cajas con el logotipo de Jaysh Al-Islam y lo que parecen ser instrucciones para la mezcla de productos químicos. Fundada en 1829, la empresa Hill-Rom fabrica equipo médico con el lema “Del hospital a casa”. Es obvio preguntar por la manera en que sus productos (otras máquinas llevaban el nombre de la empresa) han terminado en la Guta oriental; la respuesta podría estar en las operaciones de Hill-Rom en Arabia saudí, el principal patrocinador de Jaysh Al-Islam.
Los periodistas extranjeros estuvieron presentes en la Guta oriental para informar sobre la apertura del “corredor humanitario”. Ninguno parece haber respondido a la invitación del gobierno sirio para visitar Al-Shiffunia. Sharmine Narwani fue a informar debidamente sobre lo que vio en la fábrica, así como sobre los exuberantes cultivos que había en lo que se supone que es una región hambrienta de alimentos bajo el asedio. Con sus informes y comentarios, Sharmine Narwani, Vanessa Beeley y Eva Bartlett han expuesto completamente la naturaleza fraudulenta de la corriente principal de “información” sobre la crisis en Siria. La lista de medios de comunicación corporativos que ignoraron por completo esta dura evidencia de la fabricación de armas químicas incluye a los siguientes, en ningún orden en particular, según un estudio de sus sitios de internet: Al-Jazira, Washington Post, New York Times, BBC, The Guardian, la red ABC (Estados Unidos) y ABC (Australia), CNN, CBC (Canadá) y el Daily Telegraph (Londres).
Todos ellos deseaban que Theresa May expulsara a 23 diplomáticos rusos sobre la base de acusaciones no probadas, y el Washington Post también destacó: “Aislados y vulnerables: una mirada a la Guta, el enclave controlado por los rebeldes bajo asedio”, pero la fábrica de armas químicas establecida por estos “rebeldes” no fue mencionada por ninguno de ellos. Jaysh Al-Islam ha admitido haber usado armas químicas (contra los kurdos) y puede haberlas usado contra grupos takfiríes rivales antes de tomar el control de Guta oriental en 2013. Las recientes acusaciones de ataques con armas químicas en la Guta, diseñadas para implicar al gobierno sirio, indican que esta fábrica es casi con certeza la verdadera fuente.
Se supone que el trabajo de los medios de comunicación es la exposición de mentiras, no su empaque para el consumo público. No se trata de que nos engañen porque las mentiras que se contaron sobre Irak y Libia no eran mentiras sofisticadas. Eran mentiras obvias, mentiras risibles. El “dossier dudoso” de Tony Blair era un dossier de bufones. Cualquier inteligencia razonable podría haberlo visto. El hecho de que Colin Powell blandiera un frasco de ántrax lleno de azúcar glasé o polvo de talco y su oscura referencia a que los misiles de Saddam estaban escondidos detrás de palmeras datileras era pura comedia: Peter Sellers habría muerto riendo si no hubiera muerto ya.
El problema no es la falta de capacidad de los medios de comunicación para llegar a la verdad, sino su desinterés por la verdad, a favor de políticas gubernamentales basadas en la mentira y el engaño. Lo que se obtiene de este acuerdo sólo lo sabrán los propietarios y editores, no los periodistas que necesitan su trabajo y pueden estar en desacuerdo con la línea editorial. En los últimos siete años, los medios de comunicación se han apoderado de todo lo que pueda perjudicar al gobierno sirio o, alternativamente, promover los intereses de los “rebeldes”. Algunas de las informaciones erróneas son tan extremas que hay que sospechar que los periódicos proporcionan cobertura periodística a los agentes de inteligencia, como han hecho en el pasado.
Los medios de comunicación corporativos siempre han tenido un historial desigual, pero sobre Irak, Libia y Siria se ha convertido en un brazo propagandístico de la política gubernamental, a costa de perder lectores y televidentes y destruir los últimos remanentes de confianza que alguien pudiera tener en ellos cuando se trata de cuestiones críticas de política exterior.
https://ahtribune.com/world/north-africa-south-west-asia/syria-crisis/2182-skirpal-east-ghouta.html