Dicho fracaso afectará “mortalmente” al sueño americano enunciado hace una decena de años por Bush hijo, de dibujar un nuevo Oriente Medio servil. La victoria de Siria ha sido un logro por la combinación del apoyo popular “sin fisuras” al ejército, frente al sectarismo islamista, unido al firme apoyo de sus principales aliados y la fragmentación de las fuerzas internacionales coaligadas en su contra.
Las dificultades económicas, incluidos los cortes de luz eléctrica, son ahora peores, pero no han quebrado la voluntad de resistencia del pueblo sirio. El gobierno vigila para que la alimentación básica, así como la educación, la salud, el deporte y los servicios culturales estén garantizados. Algunos Estados que antes eran hostiles, así como las instituciones de la ONU, retoman sus relaciones con Siria. La seguridad ha mejorado, el reciente acuerdo de las grandes potencias con Irán y otras iniciativas diplomáticas favorables son otros tantos signos de que el eje de la resistencia se ha reforzado.
Los medios de comunicación occidentales, añade Anderson, han mentido constantemente sobre la naturaleza de la guerra y el desarrollo de la crisis. La razón principales de este engaño es el ocultamiento del apoyo de la OTAN a los grupos takfiristas. Estos terroristas sostenidos por Occidente no han llevado a cabo ningún verdadero progreso estratégico, a pesar de la llegada de una multitud de combatientes extranjeros para ayudarles a tomar ciertas zonas al norte de Alepo a mediados de 2012.
En comparación con la visita que llevó a cabo en diciembre de 2013, Anderson constata que los takfiristas han sido expulsados de Homs y de Qusayr. Antes ocupaban en Malula y a lo largo de las montañas de Qalamun. Atacaban la ruta del sur, hacia Sweida. Por el contrario, durante este viaje ha podido viajar libremente por la carretera de Sweida a Damasco, a podido visitar Homs y Lattaquié, aunque tuvo que desviarse en las cercanías de Harasta. A finales de 2013 cada día había tiros de mortero al este de Damasco. Este año es mucho menos frecuente. El ejército parece controlar las zonas densamente pobladas.
Anderson afirma que en Siria “nunca ha habido rebeldes moderados” y que en la primavera de 2011 el levantamiento islamista, que contó con el apoyo de Arabia saudí, acabó con la reforma política emprendida por el gobierno de Damasco. Desde los primeros meses de la crisis, de Daraa a Homs, los principales grupos armados, como la Brigada Faruk, eran extremistas sostenidos por Arabia saudí y Qatar. Han realizado atrocidades y volado hospitales gritando consignas genocidas y practicando la limpieza étnica. Los sirios les llamaban “Daesh” o mercenarios, no reparando en las diferencias de marca de unos y otros. Recientemente el dirigente “moderado” Lamia Nahas declaró que “las minorías de Siria son malas y deben ser eliminadas” del mismo modo que Hitler y los otomanos también las eliminaron. Según Anderson, los islamistas son la correa de transmisión de las grandes potencias.
Las atrocidades que se le imputan al ejército sirio las han cometido los bandidos que apoya Occidente para forzar una intervención imperialista abierta. Eso incluye acusaciones desacreditadas como el uso de armamento químico y los daños colaterales de los llamados “bombardeos ciegos”. En 2012 el periodista americano Nir Rosen escribió que la oposición daba todos los días un número de muertos, generalmente sin más explicaciones. La mayor parte de ellos, decía Rosen, eran combatientes de la oposición fallecidos a los que presentaban como muertos civiles e inocentes asesinados por las fuerzas de seguridad. Amnistía Internacional y Human Rights Watch siguen invocando los informes de la oposición para mantener la propaganda de guerra. Es cierto que el ejército sirio ha ejecutado terroristas y que la policía secreta continúa deteniendo y maltratando a las personas sospechosas de colaboración los terroristas. Pero es un ejército que cuenta con el apoyo popular. Las bandas islamistas, por el contrario, se vanaglorian abiertamente de sus atrocidades y tienen muy poco apoyo popular.
Aunque haya una presencia terrorista en los grandes partidos de Siria, ni el Califato Islámico ni ningún otro grupo armado controlan las zonas pobladas del país. Los medios de comunicación occidentales confunden la presencia con el control. A pesar de las ofensivas del Califato Islámico en Daraa, Idlib y en el este de Homs, las zonas fuertemente pobladas de Siria están bajo control del ejército, que ha reforzado su posición respecto a 2013. Únicamente unas pocas zonas han sido retenidas por los yihadistas durante algunos meses o años. En cualquier guerra de cualquier importancia, generalmente es el ejército el que gana; pero está bajo presión y no es extraño que lleve a cabo una retirada táctica, porque combate en decenas de frentes.
El ejército sirio ha reforzado su cerco alrededor del norte de Alepo, Duma y Harasta y ha tenido victorias recientes en Wafa, Idlib y Daraa. Con las fuerzas de Hezbolá, prácticamente ha eliminado al Calilfato Islámico y sus partidarios, que no se entienden entre ellos, de las montañas de Qalamun, a lo largo de la frontera del Líbano.
A pesar de los años de terrorismo en masa y las sanciones occidentales, el Estadio sirio funciona sorprendentemente bien. Durante su viaje en julio de este año, Anderson visitó grandes centros deportivos, escuelas y hospitales. Millones de niños sirios frecuentan la escuela y centenares de miles estudian en las universidades, la mayor parte de ellos gratuitamente. El paro, las penurias y los cortes de electricidad gangrenan el país. Desde 2011 los takfiristas se han cebado en los hospitales para derruirlos. Atacan las centrales periódicamente para obligar al gobierno a imponer el racionamiento de electricidad, hasta que logra restablecer el servicio. Hay penurias serias y una pobreza generalizada, pero a pesar de la guerra, la vida cotidiana continúa.
Habría que ayudar a los sirios en la reconstrucción nacional, usando del capital que el mundo católico nos robo a los pueblos del mundo a lo largo de milenios y forzando a que los capitalistas agresores a ejercer de mano de obra más o menos cualificada en función de las diversas necesidades.