A medida que se van conociendo más datos sobre la pandemia, los “expertos” muestran su perplejidad abiertamente. No nos referimos a los patanes que salen en los platós de televisiones, sino a los que se ven obligados a confrontar sus doctrinas con la realidad, que es el fundamento mismo de laa ciencia.
Las revistas médicas, como The Lancet, son buena muestra de esos balbuceos y recientemente le ha tocado el turno a Taiwán, una isla lo suficientemente cercana a China continental como para temer que la pandemia tuviera un crecimiento explosivo. Cuando en enero del año pasado comenzó la ola de histeria, los “expertos” pronosticaron que Taiwán tendría el mayor número de “casos” fuera de China continental (1). Se volvieron a equivocar.
Pero una vez más, las expectativas no se han cumplido, a pesar de que Taiwán ha adoptados menos medidas restrictivas que Suecia. El gobierno isleño se ha limitado a realizar pruebas de coronavirus en la frontera y a introducir algunos controles menores. A pesar de ello, las cifras de la pandemia son elocuentes: ha tenido 7 muertos y 573 “casos” para una población cercana a los 24 millones y una de las mayores densidades de población por kilómetro cuadrado.
Los fallecidos tenían edades comprendidas entre los 40 y 80 años y la mayoría padecía problemas de salud previos.
Esa paradoja ha obligado a los “expertos” a volver a saltar al ruedo para explicar lo inexplicable (2) y sus argumentos, que carecen de cualquier apoyo probatorio, son de una inconsistencia preocupante porque los hechos apuntan hacia otra quiebra de la doctrina del contagio y de las medidas de prevención aprobadas para prevenirlo.
Como en otros países asiáticos, también en Taiwán muchas personas se ponen mascarillas desde hace años a causa de la contaminación, pero no todos las llevan y, desde luego, los unos no atosigan a los otros para que se la pongan.
Gracias a la experiencia previa del Sars de 2003, Taiwán disponía de equipos para realizar pruebas de coronavirus en masa desde el primer momento, pero no lo hizo. Sólo relizó tests a una persona por cada 100.000 habitantes.
Esa política sanitaria, que contradice las recomendaciones del la OMS, es correcta y se inscribe en un marco más amplio que alcanza a los medios de comunicación: Taiwán no ha desatado la histeria ni la intimidación entre la población y los trabajadores sanitarios.
En relación con ello hay que poner la política informativa del gobierno frente a la no-pandemia, que consistió en informar abierta y verazmente de la situación, sin estridencias, ni alarmas innecesarias. “El secreto es no tener secretos”, dice La Razón (3). No todos los gobiernos pueden decir lo mismo.
En una situación de histeria, lo más difícil es mantener la serenidad y el gobierno de Taiwán lo ha logrado por su experiencia previa con el Sars, que tuvo uno de sus epicentros más importantes precisamente en la isla.
Otra de las explicaciones del éxito de Taiwán es simple: no pertenece a la OMS. Por eso mismo es completamente lógico que la OMS se niegue a reconocer la eficacia de política sanitaria contra la pandemia implementada en Taiwán (4): se han quedado con el culo al aire.
(1) https://www.dw.com/es/as%C3%AD-es-como-taiw%C3%A1n-logr%C3%B3-contener-el-brote-de-coronavirus/a-52737879
(2) https://www.thelancet.com/journals/lanwpc/article/PIIS2666-6065(20)30044-4/fulltext
(3) https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52101470
(4) https://www.larazon.es/actualidad/20200405/jbbtuu7b5zbs5jryrvzwelfvbe.html
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