En Suecia varias empresas han hecho lo propio con sus trabajadores para entrar en los edificios, reservar billetes de tren, sacar dinero del cajero automático, comprar en el supermercado y utilizar la impresora o la fotocopiadora de la empresa.
Los microprocesadores implantados son del tamaño de un gran grano de arroz y contienen información del trabajador, como su identidad, domicilio, cuenta corriente, datos médicos, etc.
El Presidente de Three Square Market, Patrick McMullan, dice a una revista del MIT (Instituto Tecnológico de Massachssets) que, finalmente, uno se acostumbra a todo. Es la ley del mínimo esfuerzo: aceptamos cualquier cosa porque eso es lo más fácil, lo más sencillo.
Sam Bengtson, ingeniero de programación de la empresa, utiliza su implante de 10 a 15 veces al día y hace una comparación estúpida: para él, pasar la mano por delante de un lector de chips RFID conectado a su ordenador no es diferente a escribir la clave en el teclado de su ordenador.
Steve Kassekert, vicepresidente del departamento administrativo y financiero, dice que está tan acostumbrado a usar su mano para pagar en la máquina expendedora que se molestó cuando el lector RFID de la máquina se averió hace unos meses. “Es parte de mi rutina”, dice.
No se sabe ni quién lee la información capturada por los lectores, ni dónde, ni cuándo, a pesar de que suministra cada detalle de la vida privada de los trabajadores: dónde están en cada momento (dentro y fuera del trabajo), en qué gastan su salario, qué lugares frecuentan, qué enfermedades padecen…
Naturalmente, los patronos como McMullan dan toda clase de “garantías” del buen uso de la información recopilada sobre sus trabajadores, aunque a los trabajadores tambiénb les gustaríua recopilar información sobre sus patronos: cuánto ganan, cuánto gastan, en qué lo gastan, dónde, con quién, cuándo…
Otro consuelo estúpido es que esa misma información personal ya la estamos poniendo a disposición de cualquiera en internet, en la tarjeta de crédito, en el abono de transporte… Nos da lo mismo que nuestra vida esté en las manos de 10 que de 1.000 monpolios o tipos sin escrúpulos de ninguna clase.
Sólo les falta decir que si llevamos “piercings” y tatuajes por fuera, ¿por qué no llevar microprocesadores por dentro?
Más información:
– Una empresa sueca injerta microchips de identificación bajo la piel de sus trabajadores
Algo parecido lo lei en un panfleto de los medios, y seguro que con el visto bueno de sindicatos y de la izquierda socialdemócrata, y luego que digan que no es necesaria la revolución socialista para evitar el exterminio del ser humano, y me diran que hay que evolucionar y ser moderno, y no estar chapado a la antigua.