Luego se cambió el contexto por otro parecido, los crímenes de Bravant, que sacudieron a Bélgica a comienzos de los ochenta. La película tiene alguna similitud con “Bastille Day”, otra película sobre el mismo asunto con más presupuesto, que se estrenó el año pasado.
Arranca con el asesinato de un juez que, como en los crímenes de Bravant, es un encargo de las más altos dirigentes políticos belgas a los pistoleros de la OTAN. Tras el juez, los testigos van cayendo uno tras otro, algunos de ellos suicidados y otros no tanto.
La obra es del director belga de 47 años, François Troukens que, antes de dedicarse al cine, fue un gangster conocido en su país, aunque el guión en ningún momento refiere que se apoya en hechos reales y la CIA sólo aparece una vez al principio de la película.
Los crímenes de Bravant se refieren al asesinato en Bélgica entre 1982 y 1985 de 28 personas, niños algunos de ellos, que aparentemente parecen cometidos de manera gratuita, sin razón aparente. Los autores nunca fueron identificados.
Como suele ocurrir en estos casos, la investigación se convirtió en una odisea imposible de recorrer. Algún juez que se lo tomó en serio se encontró con un muro: secreto militar de la OTAN.
En Bélgica la matanza es una preocupación recurrente. Recientemente salieron nuevas revelaciones en Het Laatste Nieuws y la televisión flamenca le volvió a dedicar otra emisión: el hermano de un gendarme de élite, Christian Bonkoffsky, declaraba que en su lecho de muerte había confesado su participación en los crímenes.
No han sido pocos los que han advertido sobre las enormes similitudes existentes entre las matanzas de Bravant y las actuales del yihadismo. El periodista del diario “Le Soir”, René Haquin, ha defendido que después del traslado de la OTAN a Bruselas en 1966, se alzaron numerosas voces alertando de que Bélgica tenía “un agujero de seguridad” que había que llenar.
En aquella época la preocupación era mucho mayor tanto por la existencia de movimientos guerrilleros, en pleno apogeo en Europa, como por las importantes luchas populares contra la guerra nuclear.
El santuario de la OTAN también necesitaba sus “años de plomo”, lo mismo que Italia.