China es hoy un país proletario por excelencia, el mayor del mundo. El número de obreros se estima en 400 millones. Sus condiciones de vida y trabajo son lamentables, por lo que estallan numerosas huelgas y protestas, como las del año pasado en Longmay, en la provincia de Heilongjiang, una zona minera del norte del país.
Acuciada por las deudas, la empresa pública Longmay, la mayor del carbón de China, anunció en setiembre el despido de 100.000 mineros, el 40 por ciento de su fuerza de trabajo.
Aunque centenares de mineros de avanzada edad fueron jubilados, la empresa tuvo que retrasar sus planes ya que el gobierno provincial destinó 600 millones de dólares para cubrir las deudas de la empresa.
La empresa estuvo durante dos años amagando con los despidos masivos, pero no pudo finalmente llevarlos a cabo por el temor de un levantamiento obrero de grandes proporciones. Las manifestaciones han sido continuas. En Hegang en abril desfilaron miles de trabajadores contra el impago de los salarios. Los organizadores de la protesta fueron detenidos y luego encarcelados. En octubre la empresa impidió otra protesta bloqueando a los obreros en las minas el día de la concentración.
En China el número de huelgas y luchas obreras se ha duplicado en el último año: 2.774 frente a 1.379 el año anterior. La mayor parte de las protestas son consecuencia del impago de los salarios, que se demoran durante un mes, algo que antes era frecuente en la construcción y que ahora se ha extendido a las minas, las fábricas y los servicios.