Son palabras simuladas de uno de los agentes del SECED, predecesor del CNI, que se entrevistó con el principal rival de Adolfo Suárez para comandar la transición. La víctima fue Jose María de Areilza, pero prácticamente todos los procuradores en Cortes del franquismo tuvieron trapos sucios que ocultar para votar por la Reforma.
Lo cuenta Areilza en sus memorias «Diario de un ministro de la monarquía», cuando escribió el 27 de abril de 1975 que «Viene Pérez de Bricio y me cuenta (…) que la única baza que tiene Arias Navarro para mantenerse y amenazar al Rey es la posesión de cintas magnetofónicas en que se registran conversaciones del monarca. Parece que hay comentarios y juicios tremendos. Sería un Watergate dinástico. Habrá que deshacer un día los servicios (secretos) si no queremos que nos desborden a todos en una absurda guerra de chantajes, denuncias y rivalidades«.
Areilza conocía estos métodos por propia experiencia y porque según deja entrever en su libro, prácticamente todos los procuradores en Cortes del franquismo recibieron la visita de los hombres de negro del SECED.
El titular del Condado de Motrico y vasco por excelencia fue víctima de una extorsión del espionaje español que lo apartó de la carrera presidencial del primer gobierno constitucional español desde 1936. El motivo fueron sus relaciones extramatrimoniales y una amistad personal con un destacado miembro de la izquierda abertzale.
Según cuenta Fernando Rueda en su libro «Las Alcantarillas del Poder», «agentes operativos le pincharon teléfonos y le colocaron cámaras ocultas: grabaron todas sus conversaciones y fotografiaron cada una de sus reuniones«. Pero Areilza fue más allá, y dejó entrever en su autobiografía que no era el único que había cedido a este chantaje.
El conocimiento que el Conde tenía de la composición del órgano legislativo del franquismo le permitía intuir que «había intransigentes» que no iban a colaborar con la autodestrucción del Estado fascista que suponía votar por la Reforma impulsada por Suárez, pero que probablemente habían sido objeto de extorsiones parecidas.
Homosexualidades encubiertas, adicción a drogas, relaciones no consentidas y toda una panoplia de pecados que solamente pudieron enfrentar quienes no tenían, aparentemente, nada que ocultar: el llamado búnker, los 59 procuradores que votaron en contra de la reforma. Otro episodio sucio de la «transición» española.
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