Rusia pone a Japón entre la espada y la pared

Las sanciones económicas están reconfigurando los mapas económicos en el sentido de una cierta “nacionalización”. Para evitar el expolio de sus inversiones en el exterior, China se está desprendiendo de numerosas empresas. Lo mismo que Rusia, lleva a cabo un repliegue hacia el interior de sus fronteras.

Antes de crear nuevas multinacionales, tanto China como Rusia tendrán que pensar con quién se asocian. No todos los socios son fiables. Sin embargo, como esas inversiones son tan gigantescas que no pueden ser abordadas por capitales separados, es el Estado quien las asume, en una especie de “nacionalización” por partida doble.

El gobierno ruso ha encargado a Gazprom, una empresa pública, que se haga cargo de Sajalin Energy Investment Co., una empresa conjunta que gestiona la extracción de petróleo y gas Sajalin-2, lo que supone una ruptura con las multinacionales Shell, Mitsui y Mitsubishi, que son accionistas minoritarios de Sajalin Energy Investment.

Rusia ha puesto a Japón entre la espada y la pared, algo parecido a lo que le ocurrió a Alemania con el Nord Stream 2. Tendrá que elegir entre seguir con su tradicional servidumbre hacia Estados Unidos o hacer un buen negocio y tener asegurado el suministro de petróleo.

De momento pasaremos por alto que Sajalin es un territorio bajo soberanía rusa que Japón reclama. En el momento actual lo más interesante es que el 10 por cien del gas licuado que llega a Japón proceden de Sajalin y, además, que dos grandes multinacionales japonesas, Mitsui y Mitsubishi, se llevan un trozo del pastel.

Se puede explicar de una manera más rudimentaria: ya que el interés de Sajalin es económico, Rusia pone el caramelo delante de las narices de Japón con una empresa privada de inversiones en la que les deja un pedazo. Los japoneses no tienen Sajalin, pero sus multinacionales pueden aprovecharse de la isla. Es un buen punto de partida para que Japón mejore sus relaciones diplomáticas con Moscú.

Sin embargo, a medida que las presiones internacionales se acentúan con la Guerra de Ucrania, el Kremlin reacciona por elevación para probar hasta dónde llega la complicidad de los socios de Estados Unidos. Moscú incluye a Japón en la lista de “países no amistosos”, cambia el cuadro de Sajalin y las multinacionales japonesas tienen varias opciones para elegir.

La primera es cumplir las nuevas condiciones de Moscú y mantener su participación en el nuevo operador Sajalín-2. La segunda, es que se nieguen a entrar en el nuevo operador, al mismo tiempo que el gobierno Tokio mantiene el contrato de compra de gas. Dicho contrato, firmado en 2009, le garantiza a Japón suministrar más de 1,5 millones de toneladas de combustible al año durante 20 años con unos precios muy por debajo del mercado.

La tercera opción es la más comprometida: Mitsui y Mitsubishi renuncian a su participación en Sajalin-2 y Japón rescinde el contrato de suministro. El gobierno de Tokio tendría que buscarse otro vendedor y pagar un precio bastante más caro y al contado.

Estados Unidos quiere que Japón haga lo mismo que la Unión Europea y se pegue un tiro en el pie optanto por la tercera posibilidad. En tal caso el futuro que le espera es el mismo que a Europa: subidas de precios y racionamiento. Un mal negocio.

En lugar de acercarse, Japón se aleja de Sajalin.

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