Aproximadamente unos 800 policías militares patrullan los altos del Golán y otros 400 más la frontera con Jordania desde primeros de julio. Estos últimos aseguran la zona de distensión del sur de Siria y cierran las puertas definitivamente a la penetración de yihadistas de refresco.
En Tel Aviv lamentan, además, que el despliegue ruso no supone el repliegue de Hezbollah, sino que se sumará al del movimiento libanés, que en Ersal acaba de obtener un victoria militar sin precedentes contra las fuerzas de Al-Qaeda.
En el sur de Siria se abrió una primera zona de distensión en Deraa y ahora una segunda en los altos del Golán, ocupados por Israel a Siria hace medio siglo, tras la guerra de 1967.
En aquel momento la URSS rompió relaciones diplomáticas con Israel, que sólo se restablecieron con la caída del Telón de Acero en 1991. Al menos un millón de israelíes son de origen ruso, cuyo idioma es el tercero más hablado en el país, tras el hebreo y el inglés.
A partir de la ocupación del Golán, Siria siempre ha estado en guerra con Israel, por lo que desde 2011 el gobierno de Tel Aviv apoyó a los grupos terroristas para derrocar a Bashar Al-Assad, su vecino más peligroso.
De esa manera, Israel quiso alejar a Irán y Hezbollah de sus fronteras y ahora los tiene más fuertes y mejor armados. Su única opción es negociar con Rusia para ejerza un papel de muro de contención en Siria.
En la inextricable red de acuerdos que se tienen que tejer ahora en Oriente Medio estará la ocupación del Golán. Israel contaba con que la partición de Siria dejaría definitivamente en sus manos los territorios anexionados bajo el simulacro de un “derecho de autodeterminación” de los drusos que los habitan.
Ahora sucederá al revés: los sionistas deberán realizar algún tipo de concesiones, incluida la retirada militar del Golán. De lo contrario, pueden ser considerados formalmente como una de las partes agresoras en la guerra.