La situación en Bielorrusia no puede ser más familiar. La vimos en Maidan, en Siria, en Venezuela, en Hong Kong… Lo llamaron guerra híbrida, revolución de colores, de los paraguas y ahora “las damas de blanco”. Sólo cambian las etiquetas periodísticas.
Lukashenko afirma que defiende a su país como la fortaleza de Brest durante la Segunda Guerra Mundial. Por su parte, Rusia ha visto otro flanco abierto a la OTAN delante de sus narices.
Como es costumbre, Putin no se anda con rodeos ya ha desplegado las ojivas nucleares tácticas de sus misiles Iskander M. El mensaje no puede ser más claro y trasciende sus malas relaciones con el Presidente bielorruso. Por fin, la dura lección ucraniana ha sido bien aprendida.
Moscú ha desplegado a la 12 Gumo con camiones Vystrels, normalmente asociados a los misiles balísticos intercontinentales, en las proximidades de la frontera común. Sólo tiene que demostrar que la nueva doctrina militar va en serio y se extiende a países como Bielorrusia.
A Lukashenko le corresponde aplastar a la Quinta Columna dentro de Minsk y a Rusia disuadir a la OTAN de que haga el más mínimo movimiento desde Polonia o Ucrania. Putin ha dejado claro que actuará que la entrada de la OTAN es Bielorrusia es como si entrara en su propio territorio, lo que dará lugar a ataques nucleares tácticos masivos contra el agresor.
Las fuerzas de la OTAN están desplegadas en Lituania y Polonia y pueden ser desplegadas en tiempo récord en el norte de Ucrania.
Los imperialistas, incluidos la Unión Europea y su valido Borrell, no van a poder hacer en Bielorrusia lo que hicieron en Ucrania en 2014. Tendrán que limitarse a protestar contra “el último dictador de Europa” y exhibirnos las imágenes de los antidisturbios golpeando a las indefensas “damas de blanco”.
Por cierto, hay que recriminar a las empresas de publicidad contratadas por el imperialismo la poca originalildad de un nombre que ya utilizaron contra Cuba hace diez años. ¿No les pagan lo suficiente o qué está pasando?