El sábado los países europeos importaron la mayor cantidad de gas de origen ruso en meses, apresurándose a abastecerse al cumplirse el plazo fijado por Putin para pagar el gas en rublos o quedarse sin suministros.
Ahora Gazprom ha interrumpido las entregas a Europa a través del gasoducto Yamal-Europa, una arteria crítica para el suministro energético.
En lugar de fluir hacia Alemania y la UE, el gas empezó a fluir en dirección contraria, según Gascade, el operador del sistema.
En los últimos meses, la UE ya ha incrementado sus importaciones de gas licuado procedente de Estados Unidos. Pero a pesar de la promesa de Biden de impulsar las exportaciones a la Unión Europea, aunque ha aclarado que no toda esas entregas adicionales provendrán de Estados Unidos por una razón evidente: las exportaciones de gas licuado de Estados Unidos también están al límite de su capacidad.
El otro problema de Europa ya lo hemos expuesto en entradas anteriores: en el continente no existente actualmente las infraestructuras necesarias para aumentar las importaciones de gas licuado, que debe ser cuidadosamente procesado y regasificado antes de poder ser distribuido a las empresas que distribuyen energía.
La situción en Europa es alarmante. La empresa británica de energía Shell se ha quedado sin suministros rusos en respuesta a las sanciones económicas impuestas por el Reino Unido a Rusia. “Londres quiere ser el cabecilla de los antirrusos. Incluso quiere adelantarse a Washington. Ese es el precio a pagar”, ha declarado Dmitry Peskov, portavoz de Putin.
Hasta ahora, Reino Unido es el único país que ha impuesto sanciones al banco ruso Gazprombank, a través del cual se realizan los pagos del gas natural ruso. Eso priva a Gran Bretaña de la capacidad de pagar por la mercancía y ha obligado a Gazprom a retirarse de la rama de ventas y comercio.
De acuerdo con el decreto de Putin de que el gas ruso debe pagarse en rublos, Gazprom ha abierto cuentas en moneda extranjera para sus clientes, donde sus divisas pueden convertirse en rublos en la bolsa de Moscú.
Europa tiene que tomar una decisión crítica. Tiene que demostrar al mundo que sus esfuerzos para liberarse de la dependencia de la energía rusa han sido en vano. La otra opción es enfrentarse a una crisis económica catastrófica con precios de la energía disparados, que provoque racionamiento, cortes de electricidad y otras medidas que harán que la crisis del petróleo de los años setenta en Estados Unidos parezca un juego de niños.