La industria de los residuos es un mercado que moviliza 275.000 millones de euros en todo el mundo. Como es fácil de entender, a las empresas de reciclaje les importa un bledo si reciclan o no, si reciclan bien o mal, o si reciclan todo o sólo una parte. Su objetivo es obtener beneficios.
Hasta hace poco, gran parte del plástico se vendía a bajo precio a China. Pero el año pasado el país prohibió la importación de un gran número de plásticos. A partir de entonces el plástico se dirige a Tailandia, Indonesia, Malasia y Vietnam. Esos países son los responsables del tratamiento de los residuos.
Las grandes potencias lo que hacen es quitarse la mierda de encima, sea reciclable o no. Una vez que llegan al Tercer Mundo la mierda se amontona en gigantescos vertederos y luego se entierra o se quema, con graves consecuencias para la salud de la población local. Pero, ¿a quién le importa la población de países como Tailandia, Indonesia, Malasia o Vietnam?
Seamos sinceros: a nadie.
Recientemente India y Tailandia han prohibido la importación de mierda extranjera.
Las estimaciones calculan en 8.000 millones de toneladas el plástico que se arroja por todo el mundo a la basura. Sólo un 9 por ciento se recicla y del resto apenas se sabe nada (ni se quiere saber). Los residuos transportados por algunos buques de carga no aparecen. Hoy en día el precio del plástico y del cartón es tan bajo que las plantas de tratamiento de residuos no pueden venderlo; si China no lo compra nadie lo quiere.
Como es habitual, el artículo del Guardian carga las tintas de tópicos, que ya aburren de tanto escucharlos.