Esta entrada se podía haber titulado también “¿Cómo se va a pagar el rearme europeo”, pero con cualquier forma de pago, al final alguien debe rebuscar en su bolsillo.
También podíamos haber empezado por obviedades, tales como que el peso del rearme lo van a pagar los trabajadores, no sólo con reducciones de su salario real, sino con recortes de sus derechos.
O podíamos haber dicho que como los países europeos están arruinados, van a recurrir a aumentar la deuda pública, por lo que las generaciones futuras quedarán hipotecadas por los dispendios de las generaciones actuales.
En fin, para acabar con las lamentaciones habría que recordar que los europeos se han enfrentado por las deudas de guerra tanto como por las guerras mismas y que los nazis agitaron la bandera del Tratado de Versalles de 1919 y las reparaciones de guerra para hacerse con el control de Alemania.
Así que un siglo después Europa vuelve al mismo sitio de siempre, porque no basta sólo con que Ursula von der Layen ofrezca unas cifras astronómicas para el rearme, sino que también debería hablar de otros desembolsos fantásticos que están pendientes, como la transición energética o las inversiones en inteligencia artificial.
Pues bien, no hay dinero para nada de eso, ni siquiera eliminando todos los proyectos europeos delirantes para apostarlo todo al rearme, ni tampoco saqueando los fondos rusos depositados en los bancos europeos.
El 2 por cien del PIB que exige la OTAN es una cantidad ridícula, vista la experiencia de una “guerra de desagaste” como la de Ucrania. Europa no se acercaría a sus necesidades ni siquiera con el 8 por cien que ha destinado Rusia en plena guerra por una razón: porque va por dertás y la única manera de reducir la distancia sería gastar mucho más que Rusia.
A todo eso hay que sumar que Trump va a retirar al menos 20.000 soldados de Europa, va a entregar la base aérea de Ramstein y otras instalaciones miltares al ejército alemán. Al mismo tiempo la Armada de Estados Unidos abandonará la nueva base conjunta de la OTAN en Constanza, Rumania.
La actual presencia militar estadounidense en Europa es de 40.000 soldados, que deberían ser sustituidos por otras europeas.
El verdadero objetivo del rearme no es hacer frente a ninguna amenaza rusa. Lo mismo que en la Guerra Fría, el rearme es un fin en sí mismo. Europa quiere abrir una nueva línea de negocio que hasta ahora estaba monopolizada por terceros y el dispendio lo tiene que justificar blandiendo a todas horas la “amenaza rusa”.
En el momento de reducir los salarios y recortar los derechos sociales, el chivo expiatorio será el mismo: la culpa es de Putin.
El Tratado de Versalles
Firmado en 1919, el Tratado de Versalles puso fin oficialmente a la Primera Guerra Mundial declarando que Alemania y sus aliados eran responsables de la guerra y, en consecuencia, debían pagar los daños sufridos por los demás países como consecuencia de la guerra.
Los vencedores imponen sus condiciones a los vencidos porque su fuerza les permite redactar la historia. Entre ellas está el pago de indemnizaciones.
Ahora va a ocurrir lo mismo: Europa a tener que devolver el dinero robado a Rusia en 2022 y veremos si trata de imponer reparaciones, porque determinados organismos rusos ya han empezado a hablar de las víctimas civiles causadas por la guerra, remontándose a 2014 y la Guerra del Donbas.
Hace un siglo el Tratado de Versalles no estableció la cuantía exacta de las reparaciones, sino que se creó una comisión para fijarla, así como las formas de pagarla.
En 1921 la comisión determinó la cifra en una suma astronómica para la economía alemana de posguerra: 132.000 millones de marcos de oro, que Alemania debía pagar en cuotas anuales.
Las indemnizaciones no solo incluían dinero, sino también algo consustancial a la guerra, el botín de guerra, en forma de entregas en especie, como carbón, acero, maquinaria y barcos, así como la cesión de territorios y recursos. La región del Sarre y sus minas de carbón fueron puestas bajo control internacional durante 15 años.
Alemania no pudo cumplir con los pagos, lo que llevó a renegociaciones como el Plan Dawes (1924) y el Plan Young (1929).
Durante años las reparaciones generaron un enorme resentimiento social y político, contribuyendo al ascenso del nazismo en 1933.