En cuanto comenzó la Guerra de Ucrania, las costas del Mar Negro se convirtieron en zona de hostilidades, impidiendo las exportaciones de alimentos rusos y ucranianos por vía marítima. Por temor a un desembarco ruso, Ucrania minó sus aguas costeras, impidiendo el tráfico marítimo.
El mundo occidental acusó a Rusia de provocar una hambruna a escala mundial, tomando como rehenes a los países más pobres, teniendo en cuenta que Ucrania es uno de los principales exportadores de cereales del mundo. Charles Michel, presidente del Consejo de Europa, resumió la posición occidental en su declaración de principios de junio del año pasado: “Rusia es la única responsable de la crisis alimentaria”.
Para garantizar la continuación de las exportaciones de grano ucraniano, el 22 de julio del año pasado Rusia se comprometió a abrir un corredor marítimo en el Mar Negro que Ucrania podía transitar, bajo el control conjunto de Turquía y la ONU, que debía garantizar que no se utilizaría con fines militares.
Un año después, el 18 de julio, Rusia suspendió unilateralmente su participación en el Acuerdo y cesaron las exportaciones de cereales de Ucrania a través del Mar Negro.
El mismo día, Ursula von der Leyen atacó la decisión del Kremlin: “Condeno enérgicamente la cínica decisión de Rusia de poner fin a la Iniciativa de Granos del Mar Negro, a pesar de los esfuerzos de la ONU y Turquía. La Unión Europea está trabajando para garantizar la seguridad alimentaria de las poblaciones vulnerables del mundo”.
La embajadora estadounidense ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, se hizo la ofendida: “Rusia está jugando a juegos políticos […] y tomando a la humanidad como rehén” y condenó lo que calificaba como “un acto de crueldad”.
Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden, afirmó: “Rusia ha dado la espalda a proporcionar a los países del Sur, África, América Latina y Asia alimentos muy necesarios a precios asequibles”.
El secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, calificó de inmoral la retirada de Rusia. Todos los países del mundo deberían ver que Rusia es “responsable de negar alimentos a personas que los necesitan desesperadamente en todo el mundo”.
El portavoz de Rishi Sunak, primer ministro británico, anunció: “Si Rusia no renueva el acuerdo, privará a millones de personas de un acceso vital a los cereales”.
Hanke Bruins Slot, ministra de Asuntos Exteriores de los Países Bajos, tampoco se mordió la lengua: “Usar los alimentos como arma” contra los países pobres es “inmoral”.
La portavoz adjunta del Gobierno alemán, Christiane Hoffmann, pidió a Moscú “no hacer que los más pobres del planeta carguen con las consecuencias de este conflicto”.
Macron dijo que Putin había cometido “un gran error” y que “vemos muy claramente que Rusia ha decidido […] matar de hambre a países que ya se encuentran en dificultades […] Rusia debe poner fin a su chantaje sobre la seguridad alimentaria mundial”.
Antonio Guterres, actual secretario general de la ONU, amenazó como tiene por costumbre: “Cientos de millones de personas se enfrentan al hambre. Pagarán el precio”.
La lista de declaraciones es muy larga, no tiene fisuras y se difundieron a los cuatro vientos.
Los términos del Acuerdo
El Acuerdo fue producto de una negociación cuatripartita sobre las exportaciones de cereales y otros productos agrícolas ucranianos desde los tres puertos del Mar Negro: Odessa, Chernomorsk y Yuzhniy. La firma del documento se llevó a cabo en dos partes. Por un lado firmaron Rusia, Turquía y representantes de la ONU y, por el otro, Ucrania, Turquía y la ONU.
Rusia se comprometía a abrir un corredor marítimo seguro que abría el paso de buques mercantes entre dichos puertos ucranianos y el estrecho del Bósforo en Turquía. A su vez, los representantes de la ONU, Turquía y Rusia se comprometían a inspeccionar los barcos que transportaban cereales para asegurarse de que no llevaban municiones o armas a Ucrania.
Era sólo la primera parte del Acuerdo. Además, había un Memorando de Entendimiento entre Rusia y la ONU sobre la promoción de los productos alimenticios y fertilizantes rusos en los mercados mundiales, firmado por un período de tres, que obligaba a la ONU a eliminar los obstáculos puestos por la potencias occidentales a las exportaciones de productos alimenticios, incluidos cereales y fertilizantes rusos.
Esta segunda parte del acuerdo se refiere, por tanto, a los intereses rusos y se compone de cinco exigencias de Moscú que recibieron la aprobación tácita de las partes directamente interesadas, pero no de los firmantes. Esos requisitos eran:
- La reconexión del banco ruso Rosselkhozbank a Swift (Sociedad de Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales)
- La liberación de activos y cuentas en el extranjero de las empresas rusas de producción y transporte de alimentos y fertilizantes
- La eliminación de las restricciones a la importación de maquinaria agrícola y repuestos a Rusia
- La reparación del oleoducto de amoníaco Togliatti-Odessa
- El levantamiento de las restricciones al aseguramiento de los buques mercantes rusos y el desbloqueo de los que permanecen amarrados a la fuerza en los puertos occidentales
La condición para que los rusos aplicaran la primera parte del Acuerdo era el cumplimiento de los cinco puntos de la segunda.
La reconexión del banco ruso Rosselkhozbank con Swift significa el levantamiento, al menos parcial, de las sanciones contra el banco ruso Rosselkhozbank, el banco clave en el marco de las transacciones financieras que derivan de las exportaciones rusas en el sector agroalimentario.
Al privar a los bancos rusos del acceso a Swift, las potencias occidentales impidieron el acceso del mundo a los cereales y de los fertilizantes agrícolas producidos en Rusia y de los que dependen millones de personas de los cinco continentes. Las sanciones a Rusia impidieron las transacciones interbancarias porque eran pagos a los rusos.
El bloqueo de los activos y cuentas en el extranjero de empresas rusas vinculadas a la producción y transporte de productos alimenticios y fertilizantes agrícolas fue una medida no sólo para impedir la compra y venta de cereales y fertilizantes de las empresas rusas, así como su transporte, a los países compradores, sino también para obstaculizar el desarrollo futuro del sector agrario y la producción de fertilizantes en Rusia.
Los fondos depositados por las empresas rusas en los sectores afectados en los bancos occidentales habían sido robados. Las potencias occidentales querían destruir el sector agrario y la industria de fertilizantes rusos, pero el bloqueo no sólo afectaba a Rusia, sino también a los países compradores que dependen de él.
Maquinaria y equipo agrícola
Durante las últimas tres décadas, Rusia ha sido un importante comprador de maquinaria y equipo agrícola de fabricación occidental. Se estableció así una dependencia de los repuestos necesarios para el correcto funcionamiento de la industria agroalimentaria rusa. La importación de dichos repuestos también fue objeto de sanciones con el objetivo de reducir al máximo las cosechas rusas.
Desde e inicio de la guerra los rusos han iniciado el proceso de sustitución de materiales importados procedentes de las potencias occidentales y sus países satélites en todos los sectores económicos, incluido el aeronáutico, como ya explicamos en otra entrada.
La eliminación del bloqueo a las importaciones de maquinaria agrícola y, sobre todo, de repuestos, a Rusia formaba parte del Acuerdo sobre los Cereales.
El oleoducto de amoníaco Togliatti-Odesa
El oleoducto de amoníaco Togliatti-Odesa fue construido entre 1975 y 1981, es decir, en tiempos de la URSS, cuando tanto Rusia como Ucrania formaban parte del mismo país. Con más de 2.400 kilómetros de longitud, es el oleoducto de amoníaco más largo del mundo y fue paralizado por el gobierno ucraniano.
El 16 de septiembre del año pasado Zelensky expuso sus condiciones para restablecer el suministro de amoníaco ruso: un intercambio de prisioneros según la fórmula “todos por todos”. Cinco días despues Ucrania recibió a 215 de sus presos, incluidos miembros de los criminales batallones neonazis, pero nunca reabrió el transporte de amoníaco a través del oleoducto.
Ocho meses después, el 5 de junio de este año, el ejército ucraniano voló varios tramos del oleoducto en la región de Jarkov. El gobierno de Kiev quería segurarse de que jamás va a cumplir con su compromiso.
El oleoducto es estratégico para el mercado internacional de fertilizantes, es decir, forma parte de la lucha contra el hambre en el mundo. Con su capacidad de transporte de hasta 2,5 millones de toneladas de amoníaco al año, los fertilizantes agrícolas producidos pueden producir cosechas en cantidad suficiente para alimentar a casi 45 millones de personas al año, sin tener que recurrir a la importación de alimentos.
Si antes de la explosión del oleoducto, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, hizo declaraciones sobre la importancia de su preservación y funcionamiento continuo, desde su sabotaje la ONU ha guardado silencio sobre su reparación. Este silencio puede parecer sorprendente, pero no lo es: a lo largo de los últimos años se ha demostrado repetidamente que funciones clave en la administración de la ONU están ocupadas por personas sujetas a la voluntad del bando occidental americano-céntrico, entre los que se encuentra el propio Antonio Guterres. es una parte.
El aseguramiento de la carga de los buques mercantes
Otra exigencia rusa fue el levantamiento de las restricciones al aseguramiento de los buques mercantes rusos, así como el levantamiento de la prohibición de su acceso a los puertos marítimos sujetos a sanciones.
El mercado mundial navega por el mar en las bodegas de los buques, cuya carga debe estar asegurada. A su vez, el mercado de los seguros marítimos, o sea, 35.800 millones de dólares, está en poder de empresas occidentales cuyos países respectivos prohibieron asegurar los transportes marítimos rusos al comienzo de la guerra.
Al igual que los bancos rusos se vieron privados del acceso a Swift, los buques mercantes con pabellón ruso no pudieron asegurar la carga, lo que impide las exportaciones, incluidas las agroalimentarias.
Rusia ha logrado sortear los seguros mediante trucos propios de los tiempos de la piratería marítima, recurriendo a pabellones de conveniencia, es decir, utilizando empresas domiciliadas en paraísos fiscales, como Panamá, Liberia y las Islas Marshall.
Lo mismo cabe decir de los mercantes rusos amarrados a la fuerza en los puertos occidentales desde hace más de un año. El desbloqueo de dichos barcos rusos es imprescindible para transportar el grano y los fertilizantes.