El comandante de YPG Sipan Hemo |
Si Hemo hubiera dicho eso, pero sustituyendo la palabra “Rusia” por “Estados Unidos”, sería cierto. Pero como lo ha dicho al revés, levantamos las cejas asombrados y preguntamos al comandante de YPG: “¿Desde cuándo Rusia era aliada de los kurdos sirios?”
Sí, es cierto que el enclave kurdo en el noroeste de Siria luchó durante mucho tiempo codo a codo con los soldados del gobierno sirio contra las llamadas fuerzas del “ejército libre de Siria”. Hasta aquí todo fue lógico y transparente. Los comandos de dicho “ejército” estaban supervisados por Ankara, y en ese momento ni los kurdos ni las unidades gubernamentales sirias podían esperar nada bueno de ellas. Por esa razón, Damasco suministró armas, municiones y alimentos a los grupos kurdos locales.
Entonces el principio era: “el enemigo de mi enemigo es para mí, si no un amigo, por lo menos un aliado”. Cabe destacar que ya entonces los kurdos prefirieron luchar contra enemigos comunes no dentro de las filas del ejército gubernamental, sino como unidades nacionales separadas. Esa postura contrasta con la diáspora armenia de Deir-Ezzor que, temerosa de ser masacrada por los bandidos del Califato Islámico, luchó hombro con hombro con los soldados del gobierno sirio y bajo la bandera de Siria.
En esta simbiosis (los kurdos más el Ejército Árabe sirio) todo fue bien hasta el verano de 2016, cuando Rusia arrastró a Turquía a su campo. A partir de ese momento, y no en enero de 2018, los caminos de los kurdos y del gobierno de Damasco, y por lo tanto de Rusia, fueron divergentes.
Entonces aún tenían una opción. Los kurdos necesitaban entablar negociaciones con el gobierno sirio y participar en el proceso de paz para resolver la situación en Siria. Si lo hubieran hecho, se les habría garantizado un lugar digno en el nuevo Estado sirio y la plena protección contra las invasiones de Turquía.
Pero los kurdos prefirieron elegir por sí mismos un nuevo aliado: Washington. Y con ello, las unidades kurdas YPG pasaron a ser abastecidas por almacenes estadounidenses y sus combatientes comenzaron a ser entrenados militarmente por instructores estadounidenses. En aquel entonces parecía que los kurdos tomaron la decisión correcta, y que Estados Unidos -antigua potencia hegemónica en Oriente Medio- nunca permitiría que nadie les agrediera.
El despliegue de fuerzas rusas de mantenimiento de la paz en la línea de demarcación entre las unidades proturcas y kurdas se convirtió en la última ayuda que a principios de 2017 Rusia ofreció a sus antiguos aliados. Entonces aún había esperanzas de que, tarde o temprano, los kurdos se unirían al proceso de paz en Siria.
Pero sucedió todo lo contrario. Cada mes que pasaba, el poder en el enclave se hacía más pro-americano y menos pro-ruso. Los kurdos no estaban en contra de que los rusos los protegieran de las agresiones de los turcos y crearon una barrera en la dirección más conveniente para una ofensiva del ejército turco: en el este y el sureste de Afrin.
Al mismo tiempo no dejaron de recibir de Estados Unidos armas, municiones e instrucciones para nuevas acciones. Precisamente por esa razón no vimos a los kurdos en las listas de negociadores bajo los auspicios de Rusia. Ya lo habían decidido todo por sí mismos hace mucho tiempo. Para ellos, el enemigo de su amigo -Rusia- no puede ser un amigo de ninguna manera.
Los kurdos recibieron la última oferta de Moscú el 20 de enero, literalmente en vísperas de la ofensiva turca. Rusia instó por última vez a los kurdos a recobrar el sentido común, cortar los lazos con Estados Unidos y levantar la bandera siria. En ese momento Ankara declaró que esa opción les convenía bastante y en ese caso cancelarían la operación militar. La respuesta de los kurdos fue arrogante e inequívoca: “Defenderemos nuestras tierras nosotros mismos”, dijo Aldar Khalil, miembro del Comité Ejecutivo del Movimiento de la Sociedad Democrática.
Al parecer, al dar esa respuesta a Moscú, los políticos kurdos seguían esperando la ayuda de Estados Unidos. Pero el Departamento de Estado, mantuvo una larga pausa de más de 24 horas y, tras mantener consultas con Ankara, prefirió entregar a su aliado de confianza:
“Como expresó ayer el Secretario Tillerson en sus llamadas a sus homólogos turco y ruso, Estados Unidos está muy preocupado por la situación en el noroeste de Siria, especialmente por la difícil situación de los civiles inocentes que ahora se enfrentan a una escalada de combates. Seguimos apoyando las legítimas preocupaciones de Turquía en materia de seguridad como aliado de la OTAN y socio fundamental en el esfuerzo por derrotar al Califato Islámico. Sin embargo, instamos a Turquía a que actúe con moderación y vele para que sus operaciones militares sigan teniendo un alcance y una duración limitados y sean escrupulosas para evitar víctimas civiles. Instamos a todas las partes a que sigan centrándose en el objetivo central de derrotar al Califato Islámico. Ahora es el momento de que las grandes naciones trabajen juntas para garantizar una estabilidad pacífica para el pueblo sirio”.
Aquí está la verdadera traición del pueblo kurdo. Son precisamente los estadounidenses los que traicionaron a su aliado y por razones políticas lo entregaron a sus viejos enemigos para castigarlos. Pero por alguna razón, los kurdos prefieren guardar silencio sobre esta verdadera traición. También Sipan Hemo guardó silencio sobre esto en su discurso. Sabe de dónde le llega el plato de sopa y no se atreve a decir ni una palabra crítica hacia su verdadero amo. Tampoco le avergüenza, en absoluto, que en la situación actual, sus palabras parezcan una absoluta gilipollez.
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