Willie Dixon |
Poco después, en los años del presidente Gerald Ford, el amante que escapaba por la puerta trasera de la Casa Blanca era Dick Cheney, el jefe de gabinete. Se le empezó a llamar “back door man” porque era el custodio del “Estado de Desecho”, es decir, que su tarea es obtener por vías ilegales lo que no se puede obtener por las otras.
En castellano se suele traducir como “fontanero”, el chico de los recados que se encarga de velar para que las cloacas no aparezcan nunca y que si hay mala suerte, nunca afecten al Presidente. Pero sepan Ustedes que, como dijo el mafioso de Felipe González, el “Estado de Desecho” se defiende en las cloacas, no en el Parlamento.
En la medida en que, cada vez más, triunfa el “Estado de Desecho”, las presidencias de los gobiernos “democráticos” se llenan de fontaneros que hacen el trabajo sucio sin que se note lo más mínimo, tipos discretos de la catadura del comisario Villarejo, una “jam session” en vivo y en directo de la vieja partitura GAL para Catalunya.
Los fontaneros forman una administración paralela, un auténtico gobierno bis que nunca comparece ante las cámaras de televisión, no rinde cuentas, ni utiliza papel con membrete. No existen, ni ellos ni sus reuniones, sus decisiones o sus compromisos.
Aquí creemos que cualquiera medianamente informado conoce estas formas de funcionamiento del moderno Estado burgués y que su importancia es cada vez mayor. Lo más curioso es, pues, que la mayor parte de los análisis políticos se hagan sólo con la parte visible del Estado, o sea, con la vistosa, con aquella que la burguesía muestra en el escaparate, la que quiere que veamos.
En esos análisis, ¿donde está el amante que se sale corriendo de la alcoba por la puerta de atrás?