En otras entradas hemos hablado del caso de Almudena Ariza como portavoz de los yihadistas sirios de Al Qaeda en TVE y de Raffi Berg con funciones equivalentes en la CIA y el Mosad en la BBC.
No son casos aislados; cada vez hay más mercenarios así en los medios. Hace años ya informamos de otro intoxicador profesional, como Mikel Ayestarán, al que se le vio mucho el plumero durante la Guerra de Siria, aunque ninguno alcanza la talla de Clarissa Ward, de la cadena CNN.
Toca hablar ahora de Declan Walsh, actual corresponsal del New York Times en África, que desde hace años es un propagandista a sueldo de Qatar, otro tipo de periodista que no escribe gratis. Lo mismo que el New York Times, son la voz de su amo. El que paga manda.
Toca hablar ahora de Declan Walsh, actual corresponsal del New York Times en África, que desde hace años es un propagandista a sueldo de Qatar.
Es obvio que este tipo de periodistas no escribe gratis. Lo mismo que el New York Times, son la voz de su amo. El que paga manda.
Walsh se hizo un nombre como corresponsal del New York Times desde 2012, primero en Pakistán, de donde fue expulsado, que es casi un galardón en el mundillo del periodismo. También escapó por poco de ser detenido en El Cairo en 2017, librándose gracias a la intervención de Irlanda, su país natal.
Su carrera ha estado marcada por prestigiosas condecoraciones, como el Premio de Periodismo Robert F. Kennedy (2019) por sus reportajes en Yemen y el Premio Cornelius Ryan (2021) por su libro “Las nueve vidas de Pakistán”, publicado el año anterior.
Entre 2015 y 2020 fue corresponsal del New York Times en Oriente Medio y desde entonces está destinado en África.
Las primeras señales de su papel propagandista en favor de Qatar se remontan a 2017, cuando cinco países árabes, encabezados por Arabia saudí y Emiratos Árabes Unidos, bloquearon el país. Desde entonces, Qatar son los buenos y los demás sátrapas del Golfo son los malos.
A partir de entonces el papel de un periodista como Walsh es triple: cantar alabanzas a los éxitos, ocultar la porquería bajo la alfombra y recordar lo malvados que son los vecinos del Golfo Pérsico.
A lo largo de varios meses, Walsh publicó una serie de artículos en el New York Times en los que retrataba a Qatar como la víctima de una persecución, “el hermano pequeño maltratado de los Estados del Golfo”. Era capaz de resistir heroicamente frente a sus vecinos.
Cuando en julio de 2018 el Tribunal Internacional de Justicia “asesta un golpe simbólico al embargo comercial y diplomático impuesto por Emiratos Árabes Unidos y sus aliados –Arabia saudí, Egipto y Bahrein– en un intento de aislar a esta pequeña pero fabulosamente rica nación”, Walsh insiste en la importancia de la decisión, presentándola como una victoria sobre la arbitrariedad.
¿Qatar financia el yihadismo? Silencio…
Walsh dibuja el papel de Qatar como un refugio de tolerancia, que también contrasta con otros países del Golfo. Esta “actitud acogedora es precisamente lo que ha enfurecido recientemente a los vecinos mucho más grandes de Qatar y ha hundido a Oriente Medio en una de sus confrontaciones diplomáticas más dramáticas” (16 de julio de 2017).
Las acusaciones recurrentes de financiación del yihadismo desaparecen de las crónicas del corresponsal, a pesar de que son ampliamente conocidas. En 2013 el Departamento de Estado de Estados Unidos afirmó que las donaciones privadas de los países del Golfo eran “una fuente importante de financiación para los grupos terroristas sunitas, particularmente en Siria”.
Estas acusaciones son recurrentes y Washington ha señalado a Qatar como un actor importante en el apoyo al yihadismo, enfatizando su “entorno permisivo” para la recaudación de fondos en favor de los terroristas.
Organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han denunciado la explotación de trabajadores emigrantes. Los trabajadores procedentes del sur de Asia están sometidos a condiciones de trabajo esclavistas, salarios impagados y severas restricciones a su libertad de movimientos, pero no hay ninguna crónica de Walsh al respecto.
Los informes han puesto de relieve la interferencia política de Qatar en los asuntos de otros países, e incluso de la Unión Europea. Por ejemplo, el escándalo Qatargate expone la participación de sus dirigentes en el soborno de miembros del Parlamento Europeo.
Sin embargo, a diferencia de la mayoría de los corresponsales de la región, Walsh solo menciona el Mundial de Fútbol de Qatar de 2022 en un artículo, publicado tres años antes de su celebración. La competición, escribió, demuestra la ambición de Qatar de proyectarse en el escenario mundial (19 de diciembre de 2019). Tampoco mencionó nunca a los 6.500 trabajadores emigrantes que murieron en la construccion de los estadios de fútbol.
En 2018, durante los Diálogos Mediterráneos de Roma, Walsh entrevistó al ministro de Asuntos Exteriores de Qatar, Mohamed Al Thani, donde los temas delicados desaparecen. La entrevista fue promocionada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Qatar en su sitio web. Era la mejor propaganda del régimen qatarí.
Un ‘Estado canalla’: Emiratos Árabes Unidos
Además del New York Times, Walsh también hace propaganda de Qatar en su cuenta X/Twitter (@declanwalsh). Las 50 entradas publicadas entre 2013 y 2024 reflejan el lavado de cara del país del Golfo y la demonización de los vecinos.
Por ejemplo, Emiratos es un “Estado canalla” (21 de septiembre del año pasado), dispuesto a manipular el orden internacional en su beneficio. Acusa a sus dirigentes de financiar y armar a facciones en guerra, especialmente en Libia, Etiopía y Sudán, donde dice que sus intervenciones prolongan las guerras para obtener ganancias económicas y políticas.
Desde 2023 Walsh se centra en la participación de Emiratos Árabes Unidos en Sudán. De sus últimas 109 publicaciones, 67 tratan de la guerra en Sudán, mencionando especialmente el papel de Emiratos, que está llevando a cabo una campaña encubierta “bajo una máscara humanitaria”. Emiratos Árabes Unidos apoya a las Fuerzas de Apoyo Rápido, suministrando armas y drones, tratando a los combatientes heridos y evacuando a los más graves a sus hospitales militares” (29 de septiembre de 2023).
En Libia, Walsh señala la ironía de una situación en la que, mientras se celebraba una conferencia de paz en Berlín, “cuatro aviones de carga cargados con equipo militar para Libia, enviados por Emiratos Árabes Unidos, volaban sobre el norte de África”. Mientras tanto, el príncipe heredero Mohammed Bin Zayed, dirigente de Emiratos, “sonrió mientras almorzaba con la Sra. Merkel en una sala luminosa justo antes de la conferencia” (3 de septiembre de 2020). Esta escena ilustra, según Walsh, el sorprendente contraste entre los compromisos diplomáticos desplegados por Emiratos y sus acciones sobre el terreno, en flagrante violación del embargo internacional.
Respecto al bloqueo, Walsh retrata a Emiratos Árabes Unidos como un instigador de crisis regionales, a menudo en alianza con Arabia saudí. Describe una campaña coordinada para aislar a Qatar, con demandas inalcanzables como cortar lazos con Teherán. Si bien “pocos analistas creen que el emir qatarí enfrenta una amenaza seria” (24 de agosto de 2017), Walsh señala que algunos qataríes percibieron estas acciones como una provocación directa y un intento orquestado de desestabilización.
Una vez más, su cuenta X/Twitter, ilustra su cruzada contra Emiratos: de las 70 publicaciones entre 2011 y 2024, ninguna es positiva.