Primero Alemania cerró las centrales nucleares, luego acabó con el gas procedente de Rusia y ahora las energías “limpias” se hunden, una tras otra. Las empresas de la transición ecológica son un pozo sin fondo de subvenciones públicas que el Tribunal Constitucional no va a permitir en lo sucesivo.
La industria “verde” está al borde del colapso y arrastra con ella a las políticas de un gobierno que tenía a la transición ecológica en su foco. Tres empresas, Raffinerie Heide, Ørsted Alemania y Hynamics Alemania, no construirán los talleres necesarios para fabricar hidrógeno.
Hace más de tres años las tres empresas unieron fuerzas y fundaron H2 Westend GmbH para levantar una fábrica en el lugar de unas viejas instalaciones industriales en Dithmarschen.
“Producir hidrógeno verde no tiene sentido, sobre todo debido a los elevados costes de inversión y los riesgos económicos asociados. A pesar de la financiación gubernamental, el funcionamiento a largo plazo de una planta de producción de hidrógeno verde a escala industrial no es económicamente viable”, afirman los consejos de administración de las tres empresas.
El proyecto estaba financiado por el Ministerio Federal de Economía desde 2020 en el marco del programa de transición energética por un importe total de 36 millones de euros. Según un representante de H2 Westend GmbH, del importe total se gastó alrededor de un millón. El proyecto fue considerado uno de los proyectos emblemáticos de las políticas verdes alemanas.
Como ya explicamos en otra entrada, la energía eólica tampoco marcha y la empresa Siemens Gamesa pierde dinero en abundancia. Este año el agujero subirá a los 4.500 millones de euros.
Siemens Energy no logró comprar la empresa española Gamesa, especializada en aerogeneradores rurales. Últimamente han surgido serios problemas con la calidad de sus turbinas.
El gigante alemán, al igual que otros productores europeos de energía limpia, ha celebrado contratos de suministro a largo plazo a precios fijos y ahora se enfrenta a un fuerte aumento de los precios del acero y el litio.
Además, los constructores de centrales eléctricas están perdiendo la competencia por las turbinas cada vez más grandes y potentes que fabrican las empresas chinas.
Siemens Energy se encuentra en una profunda crisis, a pesar de una cartera de pedidos por valor de alrededor de 110.000 millones de euros que no ha podido suministrar. Su solvencia se ha deteriorado considerablemente últimamente. Los bancos ya no están dispuestos a seguir concediendo más préstamos.
Hace unas semanas los directivos recurrieron al gobierno, que hasta ahora ha sido la tabla de salvación de las industrias verdes. Se trataba de que el dinero público avalara los préstamos privados. Al presupuesto alemán le costaría 15.000 millones de euros.
El Tribunal Constitucional también ha cerrado ese grifo. El gobierno ya no puede retirar dinero de fondos extrapresupuestarios para seguir financiando de manera indirecta a las empresas verdes.
El gran peligro, aparte China, de EE.UU. es una colaboración Alemania-Rusia. Por ahí vienen los conflictos de Georgia, Armenia o Ucrania.