Sastre pone en escena la historia de unos niños de arrabal que encuentran una muñeca abandonada y semidestrozada por una niña repipi e indolente que es recompuesta gracias a su amor, arte y trabajo, y que, visto el satisfactorio resultado, es reclamada por la pija niña de papá como suya, de su propiedad amparada por la ley, que diría el fascista Carlos Herrera, catedrático en Insultos y Venablos (otros son más sutiles que este morlaco desatado con alcachofa).
La moraleja de Sastre es: «las cosas pertenecen, si es que somos humanos, a quienes las trabajan o cuidan con sus manos». Y no a los caprichosos que las abandonan cuando les aburren (pero luego especulan si la ocasión la pintan calva).
Algo parecido, muy parecido, es lo que está ocurriendo estos días, mejor dicho, noches, en el «Banc Expropiat» en el Paseo de Gràcia barcelonés por jóvenes desinteresados cuyo único interés -perdón por la paradoja- es ser una alternativa al «statu quo» imperante que sólo ofrece paro, drogas y marginalidad, que es donde les prefieren hijoputas como Herrera y Cía.
Buenas tardes.