“Algunos de los dogmas de fe del ámbito laboral que han caído con el mayor experimento de teletrabajo de la historia, abriendo la puerta a nuevos escenarios en los que el teletrabajo post-pandemia cobre mucha más fuerza que antes, y cuyas consecuencias también salpicarán a las oficinas, que podrán, si no eliminarse para muchas empresas, sí contraerse y cambiar su modelo. El teletrabajo ya está aquí, y aunque la transición de quienes se lo pueden plantear no sea total e inmediata, sí podemos empezar a ver una metamorfosis gradual en los próximos años con la pandemia prendiendo la mecha… La consecuencia será que ni siquiera haga falta tener a todos los empleados viviendo en la misma ciudad que la empresa. Podemos intuir un panorama en el que la proximidad con el lugar de trabajo ya no sea tan decisiva a la hora de escoger dónde vivir” (1).
Según el informe “Perspectivas del empleo de la OCDE 2020” de fecha 7 de julio de 2020, existe una menor probabilidad de que personas que antes se habrían considerado “típicos” trabajadores con una calificación media desempeñen empleos de esa calificación, y una mayor probabilidad de que ocupen uno de baja calificación. Esta tendencia se ha observado en los trabajadores con un nivel educativo medio en los 37 países de la OCDE que en mayo de este año contabilizaron 54,5 millones de desempleados y durante la pandemia en estos países un 39 por ciento de los trabajadores hicieron teletrabajo.
En España, la incidencia del teletrabajo en 2019 era de un 4,8 por ciento de las personas ocupadas, ya sea trabajando normalmente desde su domicilio o la mitad del tiempo, pero durante las semanas de los arrestos domiciliarios este porcentaje alcanzó el 34 por ciento mientras que según las encuestas del INE el total de trabajadores de todos los ramos de producción que no pueden realizar teletrabajo se sitúa en un 45,3 por ciento del total de las personas ocupadas (2).
La implantación de la Industria 4.0 lleva aparejada la desestructuración del trabajo asalariado. La perspectiva es que éste, en un porcentaje muy importante, ya no se realice en una ubicación física, llámese taller, oficina, consultorio o escuela, sino en el domicilio de las personas asalariadas, poniendo éstas el espacio físico ya sea de propiedad, alquiler o hipotecado,. Es un recorte importante de gastos para las empresas.
Un ejemplo: el coste de alquiler de oficinas en Barcelona es de alrededor de 30 euros el metro cuadrado. Una oficina de 500 metros supone un coste, incluyendo IVA, de 18.000 euros mensuales, sin incluir los demás gastos (limpieza, electricidad, teléfonos, agua, calefacción, aire acondicionado, etc.). Si el trabajo se realiza en los domicilios particulares, seguramente la sede empresarial precisará solamente de un espacio de 70 u 80 metros cuadrados lo que significará un coste de alquiler de 3.000 euros mensuales y un ahorro importante en el resto de servicios. En algunas empresas, como las financieras, significará el cierre de centenares o miles de oficinas que, o dejarán de pagar alquiler o si son de su propiedad las pondrán a la venta. El negocio está servido.
La legislación sobre el trabajo a domicilio y el teletrabajo, apunta que la empresa debe suministrar los utensilios de trabajo y cubrir los gastos para su funcionamiento (energía y teléfono) pero no hace mención a tener la obligación de pagar en concepto de alquiler por los metros cuadrados que utiliza el trabajador a domicilio.
Es la continuación de las sucesivas modificaciones que ha sufrido el sistema industrial o de servicios a lo largo de los años. Hace un siglo, las inmensas manufacturas agrupaban a miles de trabajadores bajo un mismo techo, bajo el cual se realizaban distintas operaciones fruto de las cuales surgían ya sea vehículos, máquinas de todo tipo, muebles, ropa, zapatos, alimentos, electrodomésticos… unas entidades productivas en las cuales se realizaba un proceso de producción integral, desde la manipulación de la materia prima, su transformación, su mecanización, su acabando, pintura, etc. A medida que los medios de transporte se han hecho más rápidos y han desaparecido las legislaciones que amparaban y protegían las industrias nacionales, siguiendo las directrices de la Organización Mundial del Comercio, las entidades productivas se fueron encogiendo: dejaron de ser procesos integrales de fabricación para convertirse unas en productoras de partes de un todo y otras en ensambladoras de piezas elaboradas en cualquier parte del mundo. Mediante estas operaciones no tan solo se diseminaron drásticamente a los trabajadores en diversas empresas de más reducido tamaño y en lugares geográficamente distantes, sino que se eliminaron los conocimientos profesionales y las transmisiones de dichos conocimientos, haciendo desaparecer multitud de profesiones y una visión integral de lo que se estaba produciendo, aumentando a escala geométrica la alienación respecto a lo producido.
Ante este proceso de desestructuración del trabajo por cuenta ajena, entendido de la forma tradicional de los últimos tiempos, no se trata de una defensa del trabajo asalariado como ideal de proletariado, esto sería un error, sino que la solución sería acabar con el trabajo asalariado y la alienación respecto al fruto del trabajo.
Para ello la Industria 4.0, si estuviese en manos del proletariado podría suponer un incremento de las capacidades, un incremento de los conocimientos y un control eficiente de que producir, como producir y para quién producir, controlando de forma fácil la totalidad del proceso productivo incrementando al mismo tiempo el número de personas que formarían parte del mismo no virtualmente, sino presencialmente con la condición de reducir drásticamente la jornada de trabajo. ¿Cuantas horas? Posiblemente dos o tres serían suficientes, con lo cual las relaciones sociales se intensificarían al máximo, la participación en el conocimiento global de lo que se produce aumentaría enormemente y junto a ello la capacidad organizativa del proletariado.
Si el control de la tecnología se rescatara de manos del capital, se tendría el control de la producción, el control de distribución y el control del consumo, evitando las sobreproducciones y los consumos superfluos. Pero a lo largo de los años se ha ido robando el saber obrero, su capacidad para saber que producía, aunque no fuera dueño de la producción. Ya no es tan solo la alienación respecto al producto de su trabajo, sino una doble alienación al convertirse en apéndice de una operación determinada, de la cual no sabe su finalidad, tanto puede estar produciendo una pieza para un aparato de destrucción, como una para mejorar el bienestar.
Burguesía, capitalismo, capitalismo liberal, capitalismo monopolista, capitalismo corporativo… y llegamos al capitalismo tecnocrático (del griego tékhnē, “técnica” y krátos, “poder, dominio”) en alusión al Krátos de la mitología griega que, como personificación del poder y la fuerza fue quién junto a Hefesto y a Bía, encadenaron y cegaron a Prometeo como castigo por haber robado el fuego a los dioses y entregarlo a los hombres.
Esta Tecnocracia la hemos visto entrar en funcionamiento en toda su dimensión a partir del mes de Marzo del 2020. Momento en que las decisiones en materia económica y de producción emanaron de los Tékhné-Krátos sanitarios, algunos de ellos siguiendo órdenes estrictas de las corporaciones químico-farmacéuticas, otros actuando como el autómata construido por Wolfgang von Kempelen (1769), que era capaz de replicar cada jugada de un jugador de ajedrez con otra jugada contraria que le aseguraba ganar la partida. Dicho muñeco vestido de turco estaba sentado frente a un tablero de ajedrez puesto sobre una amplia mesa y un sistema de espejos daba la sensación que dicha mesa era trasparente por sus cuatro costados, pero en realidad dentro de ella estaba sentado un enano que era un maestro en el juego de ajedrez y que guiaba la mano del muñeco mediante hilos.
El fuego, que Prometeo robó a los dioses para entregarlo a los hombres, podemos entenderlo como la capacidad, el conocimiento, el arte, la técnica, la ciencia… que la clase obrera en su hacer fue perfeccionando a lo largo de los años al mismo tiempo que emergía la esperanza y la lucha por un mundo mejor. Pero a medida que fue disolviéndose la esperanza y paralizando la lucha, el fuego ha ido retornando a los dioses.
En la antigüedad griega, los mitos emanaban como explicaciones a la incomprensión de las causas de las adversidades, y los héroes, rebeldes, se construían a lo largo del tiempo mediante un proceso en el cual la población era al mismo tiempo creadora y receptora tanto de los mitos como de los héroes. Pero hoy, los mitos son alimentados por las necesidades del capital y los héroes creados al instante mediante la propaganda, y la población, pasiva, es solamente receptora. Asimismo, las funciones tanto de los mitos como de los héroes también se han modificado. A los mitos se les ha cubierto con un manto científico hecho a medida del sastre que lo ha confeccionado, y los héroes, transforman su rebeldía en pasividad a expensas de las subvenciones de los presupuestos del Estado, y de este modo su objetivo ya no es “traer el fuego a los hombres” robándolo a los dioses, como Prometeo, sino devolver a los dioses los rescoldos encendidos que quedan todavía en manos de los hombres.
Si miramos un poco más allá de nuestros espacios circundantes, según fuentes de la OIT hay 1.600 millones de personas trabajadoras de lo que se denomina la “economía informal” y cuyos ingresos se calcula que disminuyeron un 60 por ciento desde el inicio de la declaración de pandemia por parte de la OMS, fruto de las disposiciones político-militares de diversos países impidiendo los desplazamientos y los mercados en los cuales estas personas realizaban sus tareas.
¿Qué es la economia “informal”?
Según Karl Polanyi, es aquella economía que no está sometida a los cánones del capitalismo moderno. Es un tipo de economía de subsistencia o sobrevivencia basada en el mercado. Y, ¿qué es el mercado? Según la definición de Karl Polanyi “es un lugar de reunión para la realización del trueque o la compra-venta”. Y sigue Polanyi: “los mercados no son instituciones que funcionen principalmente dentro de una economía, sino fuera de ella” (3).
Pero en la “economía formal” es probable que muchos trabajadores con sueldos bajos y cuyos salarios se estancaron ya a raíz de la pandemia financiera del 2008 debido a la pérdida de poder y voluntad de los sindicatos y el cambio de situación contractual, tendrán una mayor erosión de sus ingresos a medida que aumenten las listas de desempleados, y otros simplemente engrosarán estas listas, con lo cual aumentará la depauperación de una parte muy importante de la población trabajadora mundial, mientras que en otra pequeña parte aumentarán los ingresos, especialmente en trabajos de alta y media tecnología.
Pero esto no será ninguna novedad, sino la repetición de los ciclos críticos del capitalismo que sin rubor, las Naciones Unidas en su informe de 1 de junio de 2020 constataba que “históricamente, las crisis económicas, las pandemias y las guerras han agudizado las desigualdades” (4).
Al capital se le planteado el interrogante de cómo penetrar y mantener en la conciencia colectiva un nuevo paradigma en una situación mundial en la que no le parece viable una guerra convencional interimperialista, como ha hecho con anterioridad acarreando grandes catástrofes como consecuencia de las guerras para imponer los grandes cambios tecnológicos. Tal vez haya encontrado la forma de realizarlo a través de la Tecnocracia.
En esta cruda realidad es preciso hacernos algunas preguntas: ¿Cual es la situación organizativa del proletariado mundial? ¿De qué formaciones políticas dispone que se mantengan coherentemente en lucha constante con la perspectiva de la toma del poder?
Encontrar algunas respuestas puede ser el inicio del retorno del fuego a los hombres.
(1) https://www.xataka.com/empresas-y-economia/oficinas-tradicionales-peligran-mundo-post-pandemia-teletrabajo-cambiara-concepto-que-tenemos-ellas
(2) IvieLab. Instituto valenciano de Investigaciones Económicas. Mayo 2020
(3) Karl Polanyi. La Gran Trasformación. Fondo de Cultura Económica. 1992
(4) https://news.un.org/es/story/2020/06/1475242
He leído tu artículo. Estoy muy de acuerdo en muchos puntos hermano, especialmente en que la única solución al problema es la sustitución del modo de producción capitalista por un modo de producción socialista planificado.
Por aportar mi experiencia laboral al debate, te diré que estuve en Junio trabajando en la cocina del hospital de Moncloa en Madrid, y me pasé dos horas en el ordenador de mi casa rellenando los documentos de contratación, hasta el formulario ese para el INEM. En este caso estamos hablando de dos horas de plustrabajo absoluto por los que el capitalista no paga nada, y que destruye trabajo administrativo asalariado. Esto no confirma sino que el desarrollo de la tecnología en manos del capitalista, provoca que el capital constante le come terreno al capital variable, provocando a la par ganancias extraordinarias efímeras, que son el acicate que impulsa al burgués a desarrollar la tecnología, en detrimento del capital variable, socavando así el régimen de producción capitalista mismo.
No veo nada claro que mejore la producción el teletrabajo, suena más bien a un monumental recorte de gastos, tanto en las empresas privadas de los capitalistas como en las instituciones de los estados burgueses mismos. Disfrazan su insolvencia como modernización del trabajo administrativo. Lo explica Carlos Marx en El Capital, libro I, Capítulo XI Cooperación: el mero contacto social genera emulación y una peculiar activación de los espíritus vitales, transmisión de conocimientos; obedece esto a que el hombre es un animal social. Es un capítulo maravilloso, y se comprende con él muchas cosas; por eso es mucho más efectiva la lucha de los soldados agrupados y dirigidos en un regimiento que la de esos mismos soldados luchando solos; y lo mismo podemos decir de partidos políticos, ordenes religiosas, etc. Es decir, el teletrabajo es una mierda pinchada en un palo y por eso fracasará, al igual que fracasará la educación a distancia, pero eso ya lo saben estos cerdos que insisten en prolongar el capitalismo y despedirse de la historia con un baño de sangre y represión: ya cuentan con el fracaso de la educación a distancia, pero no es intento de mejorar la educación o la salud, sino un mero recorte y disociación de personas, auténtica dehumanización de la humanidad, valga el oxímonon
Respecto a la preguntas que lanzas repecto al estado del movimiento obrero, te diré que me estoy leyendo el libro del profesor de la muy burguesa universidad de Berkeley Tony Judt «Postguerra». He comprendido que una de las tesis de la ideología burguesa, que nos han inculcado hasta el tuétano, es que la libertad consiste en la ausencia de disciplina, siempre y cuando no se trate de instituciones burguesas. Esto se contrapone a la definición de libertad de Marx: la libertad es la conciencia de la necesidad.