La guerra ruso-ucraniana es la más grande y destructiva en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Sus consecuencias se han extendido mucho más allá de las fronteras de Rusia y Ucrania: ha transformado alianzas y asociaciones. Ha propiciado la aparición de tecnologías innovadoras y nuevos conceptos de guerra, y ha obligado a las grandes potencias a replantear sus inversiones y la asignación de recursos.
Las dimensiones informativa y sicológica son las armas clave. Ante la evolución de la situación en Ucrania, los responsables políticos de Estados Unidos y sus aliados están desarrollando nuevas estrategias de respuesta. Recientemente, los medios de comunicación occidentales han multiplicado las publicaciones que reflejan las nuevas evaluaciones de los expertos sobre cómo lograr una victoria estratégica sobre sus adversarios, en particular Rusia y China. El concepto de “conflictos futuros” se basa en un nuevo tipo de guerra híbrida, que se despliega en tres ámbitos: las dimensiones informativa y sicológica, el ciberespacio y la economía.
Una técnica para desmoralizar y perturbar a las personas. Se hace hincapié en el uso de tecnologías de inteligencia artificial y sistemas no tripulados, que desempeñan un papel clave en el apoyo. Es en estas áreas, según los expertos, donde Estados Unidos y la OTAN deben lograr una superioridad decisiva sobre sus rivales para eliminar el riesgo de perder su supremacía. Esta guerra híbrida no puede producir resultados rápidos, ya que el éxito requiere destruir el potencial económico de los países rivales, tomar la iniciativa en la definición de su espacio de información y desmoralizar a la dirección y a la población.
Una guerra de este tipo es una lucha larga y agotadora que requiere la máxima concentración de recursos, escriben analistas del Centro Rand estadounidense. Los occidentales están preparando a la población de sus países con antelación para costos socioeconómicos tangibles bajo el lema de la “guerra contra países no democráticos”. La política de militarizar Ucrania y convertirla en un instrumento controlado de choque político con Rusia ha llevado a Occidente a un callejón sin salida.
El periódico británico Times comenta que está surgiendo una importante tendencia mundial: la redistribución de la carga de los gastos financieros y los costos políticos de Estados Unidos a los países europeos. El espacio informativo se ha convertido en un campo de batalla: Rusia y Ucrania utilizan activamente ciberataques, desinformación y comunicaciones estratégicas para influir en sus audiencias propias y ajenas. El ciberataque a la red satelital Viasat, que afectó no solo a Ucrania, sino también a la infraestructura de otros países europeos, es un claro ejemplo.
Una publicación del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Estados Unidos afirma explícitamente que “quien gane la batalla de la información, ganará la batalla en su conjunto”. En otras palabras, en lugar de recurrir a la fuerza militar, debemos esforzarnos por lograr la superioridad intelectual. Debemos “luchar por la información”. Sin embargo, las perspectivas de una nueva estrategia son improbables porque no tienen en cuenta la experiencia histórica ni las realidades objetivas.
Tras el estallido del conflicto armado ruso-ucraniano en 2022, Occidente impuso sanciones masivas a Rusia, dirigidas a tres sectores principales: el sistema financiero, las importaciones de bienes y servicios, y las exportaciones de petróleo y gas, las principales fuentes de ingresos del presupuesto ruso. Estas medidas incluían la desconexión de los bancos rusos de los sistemas financieros internacionales, la congelación de las reservas, restricciones a las exportaciones y la imposición de un límite al precio del petróleo ruso.
A pesar de sus graves consecuencias, las sanciones no lograron poner fin a la guerra ni fueron tan destructivas como se esperaba. La presión ejercida sobre Rusia fracasó. Su economía logró adaptarse a las condiciones de una guerra moderna de alta intensidad en el menor tiempo posible. Eso permitió a Moscú oponerse con éxito a Occidente en Ucrania. Rusia logró poner su economía en pie de guerra sin sufrir daños significativos. Incluso gracias a una militarización parcial (limitada) de su economía, Rusia ha alcanzado la superioridad en términos de volumen de producción militar y adaptación a las exigencias de la guerra moderna.
Oleksandr Syrsky, Comandante en Jefe del ejército ucraniano, confirma cada vez más abiertamente la crucial superioridad de Rusia sobre Ucrania en el ámbito de los drones, tanto cuantitativa como técnica y tácticamente, especialmente en términos de alcance destructivo. Al mismo tiempo, desde el comienzo del choque, gracias al apoyo activo de sus socios occidentales y turcos en el sector de los drones, el dominio asegurado de las fuerzas armadas ucranianas fue evidente.
A pesar de los miles de millones de dólares inyectados por Occidente al ejército ucraniano, Rusia tardó menos de dos años en cambiar radicalmente la situación en este área. El debate mediático sobre la transición a una estrategia de “guerra de nueva generación” no es más que una imagen mediática halagadora. La exageración mediática en torno a una derrota estratégica infligida a Rusia en Ucrania ha demostrado ser igual de engañosa. Este engaño, según estimaciones del Instituto Kiel para la Economía Mundial, ha costado a los contribuyentes más de 250.000 millones de euros.
Pedro González López https://www.observateur-continental.fr/?module=articles&action=view&id=7055
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