El miércoles el gobierno de Nueva Zelanda anunció que internará a todos los “casos” de infección de coronavirus “en un albergue de cuarentena”, uno de tantos eufemismos creados de la nada para justificar la ley marcial.
El Director General de Salud, Ashley Bloomfield, lo explicó en una rueda de prensa, a pesar de que hasta la fecha, Nueva Zelanda sólo tiene 36 “casos” de infección por coronavirus.
Eso no ha impedido que el gobierno confine a Auckland, la ciudad más grande del país.
Las leyes sanitarias son como la Ley de Peligrosidad que el franquismo aprobó en 1970. Encierran a las personas por ser “peligrosas” y para justificarlo le cambian el nombre a las cosas. Las cárceles y los campos de concentración se convierten en albergues o en centros de salud. El lugar de los carceleros lo ocupan los médicos o quizá esa nueva estirpe de policías sanitarios a la que llaman “rastreadores”.
El artículo 70 de la Ley de Salud neozelandesa permite al gobierno forzar a las personas a ponerse en cuarentena en contra su voluntad. Los albergues de cuarentena tienen una seguridad más estricta que los “hoteles de aislamiento” para apestados.
Según Bloomfield, la cuarentena forzosa se aplicará a todos los que den positivo en las pruebas y también a los miembros de la familia que puedan estar “en riesgo”. ¿Por cuánto tiempo? No se sabe, ni tampoco quieren decirlo. ¿Hasta que se “curen” quizá? Pero, ¿de qué se tienen que curar los apestados?
Para que a uno le encierren ya no hacen falta delitos, ni policías, ni juicios, ni pruebas. Es todo mucho más sencillo y, desde luego, mucho más higiénico.
¿Cuánto tiempo pasará antes de que otros países imiten a Nueva Zelanda?, ¿cuándo cambiarán las leyes sanitarias? Dentro de muy poco. Entonces veremos a la policía municipal o a los gorrillas con las PCR metidas en los furgones haciendo pruebas a diestro y siniestro por las calles.
La diferencia es que antes la gente protestaba contra las detenciones arbitrarias. Ahora, por el contrario, estamos entusiasmados porque somos un peligro y vemos peligros por todas partes. Iríamos encantados a encerrarnos en un albergue porque somos personas responsables, sobre todo la izquierda domesticada, que dentro de poco pedirá más pruebas PCR y más policía en la calle ejerciendo de sanitarios.
Ya estamos metidos de lleno en la nueva normalidad.