Los países europeos siguen aumentando sus presupuestos militares masivamente con el pretexto de la amenaza rusa y la complicidad de los partidos parlamentarios. Alemania ha destinado 100.000 millones de euros para modernizar su ejército, mientras que Polonia prevé dedicar el 4 por cien de su PIB a la preparación de la guerra.
Mientras tanto, la palabrería no descansa, con declaraciones cada vez más estrafalarias. Altos oficiales de los ejércitos europeos han sacado su bola de cristal y pronostican un “conflicto importante” entre 2025 y 2030, es decir, con carácter inmediato. Las guerras cada vez se parecen más a las pandemias que periódicamente anuncia la OMS a bombo y platillo.
Es típico de los países escandinavos, como Noruega, que el viernes pasado presentó un nuevo Libro Blanco sobre la preparación militar. La ministra de Justicia y Situaciones de Emergencia, Emilie Enger Mehl, acompañada por el primer ministro, Jonas Gahr Store, destacó la importancia de prepararse para afrontar posibles “crisis” y “conflictos”.
Como se observa, en el lenguaje posmoderno ya no se habla de “guerra” directamente y por eso el Libro Blanco no lo presenta el ministro de Defensa, sino el de “Situaciones de Emergencia” porque una guerra no es diferente de un terremoto o un huracán.
Por eso mismo el gobierno noruego reconoce que no existe “ninguna amenaza militar inmediata” sobre su territorio, aunque el país comparte frontera con Rusia. Pero no impoprta porque están reforzando significativamente sus medidas defensivas.
En Oslo hablan de “interferencias de la señales de GPS” cerca de la frontera con Rusia y de la detección de “drones no identificados” sobrevolando instalaciones petroleras en el Mar del Norte. Todo el mundo da por sentado que la culpa es de Rusia.
El plan de defensa es un retorno a la Guerra Fría, cuando era obligatorio construir refugios antiaéreos en los edificios nuevos de gran tamaño. Aquella paranoia desapareció después de la caída de la URSS, pero dejó un legado importante: actualmente Noruega puede albergar a casi la mitad de la población en aquellos refugios, una tasa significativamente inferior a la de sus vecinos nórdicos, como Finlandia (90 por cien), Dinamarca (80 por cien) y Suecia (70 por cien).
Ese tipo de construcciones son ridículas porque han quedado obsoletas. Hoy los viejos refugios de la Guerra Fría no pueden soportar las nuevas bombas perforantes.
El plan prevé aumentar la fuerza laboral de Defensa Civil de 8.000 a 12.000 personas y aspira a una autosuficiencia alimentaria del 50 por cien para 2030.
Pero lo más pintoresco es que el gobierno noruego imita al finlandés. Se ha puesto a identificar a los propietarios de los terrenos cercanos a las “instalaciones militares sensibles” y ha descubierto que son de nacionalidad… rusa. Es una torpeza increíble que los rusos se dediquen a comprar tierras cerca de los cuarteles militares utilizando sus propios pasaportes. No se preocupan siquiera de disimular.
Los demás planes noruegos copian la verborrea típica del momento acerca de la desinformación, es decir, la censura de las redes sociales.