Como era de esperar, el autor lleva la conclusión al terreno de las próximas elecciones europeas porque algunos grupos, como Podemos, carecen de actividad política fuera de los periodos electorales, una actividad que -por cierto- es sólo retórica ya que luego “donde dije digo…”
La retórica se vierte, como también es normal, en lenguaje anglosajón, que habla de “corporaciones” y no de monopolios. No hay más que leer el lenguaje que utiliza un autor, como Luengo en este caso, para saber la doctrina que se trata de inculcar.
Hay palabras que aparecen mucho y otras que no aparecen para nada, como centralización, concentración de capital o capitalismo monopolista de Estado, por lo que es posible afirmar que las “corporaciones” influyen sobre el mercado, dice Luengo, ya que son su “mano visible”, que es una manera de ocultar que en el capitalismo actual la competencia es de tipo de monopolista.
Por supuesto, las “corporaciones” son tan grandes que incluso “influyen” sobre el Estado, por lo que parece que ambos, Estado y monopolios, son cosas distintas y lo mismo cabe decir de la Unión Europea. A causa de ello la legislación laboral es “favorable a los intereses del capital”, lo mismo que la desregulación de los mercados, la tributación, los paraísos fiscales, las puertas giratorias y un rosario de cuestiones que podría alargarse hasta el infinito.
En un Estado monopolista, ¿qué regulación no es “favorable” a los intereses de los monopolios?, o mejor dicho aún, ¿qué regulación no viene impuesta por ellos?
La propuesta de Luengo es imponer resticciones en Bruselas para “limitar” el poder de esos monopolios o, como se suele decir también, de lo privado, para promover un potente “polo público” de manera que “la ciudadanía” recupere soberanía.
El lenguaje del artículo de Luengo está saturado de una posmodernidad rancia para disimular lo esencial: la Unión Europea la crearon los grandes monopolios y desde su surgimiento es una palanca cuya única tarea es promover sus intereses. Las elecciones europeas y los partidos que concurren a ellas, como Podemos, tampoco son nada distinto del monopolismo. Están para edulcorar y perfumar el hedor repugnante de los grandes monopolios europeos.
El señuelo de “limitar” el poder de los monopolios es un camelo, sobre todo si se pretende llevar a cabo en la guarida de los propios monopolios. La lucha contra la Unión Europea debe estar enfilada contra el capitalismo mismo, que en cada país reviste la forma de capitalismo monopolista de Estado, es decir, que es una batalla contra todos y cada uno de los Estados europeos; no contra uno u otro gobierno, no por unas u otras elecciones, sino por la creación de un Estado nuevo: socialista.
(*) https://www.lamarea.com/2018/12/28/soberania-y-poder-corporativo/