Trump es una caja de sorpresas. Acaba de nombrar a Tulsi Gabbard, una antigua congresista por el Partido Demócrata, como directora del servicio de inteligencia. Gabbard es conocida por su crítica abierta e independiente del militarismo estadounidense en Oriente Medio y Ucrania. No ha vacilado en denunciar que fue la CIA quien creó Al Qaeda, así como la responsabilidad de su país en los atentados yihadistas.
También es una veterana de la Guerra de Irak que abandonó el Partido Demócrata en 2022, criticándolo por sus políticas militaristas. Su nominación ha causado conmoción en los cenáculos estadounidenses y de la OTAN. Los medios de comunicación occidentales están horrorizados, aunque quizá ocurra como en 2016 con el nombramiento del general Flynn. Entonces titulamos una entrada “A la CIA le espera la purga más horrible de toda su historia”. Ocurrió al revés: las centrales del espionaje acabaron con su jefe, el general Michael Flynn, alias “El Terrible”.
La designación de Gabbard tiene que ser aprobada por el Senado. Todavía pueden pasar muchas cosas, pero son muchos los que se han echado a temblar. La guerra intestina promete ser emocionante. Trump lo vuelve intentar porque necesita una purga de los servicios de inteligencia, que gangrenan el aparato del Estado y, principalmente, la Casa Blanca.
El nombramiento de Gabbard es la decisión más importante de Trump, hasta ahora, en la formación de su gabinete, como en 2016 lo fue la de Flynn.
La revista Time titula la respuesta de los múltiples aparatos del espionaje estadounidense al nombramiento de Gabbard: “Estamos tambaleándonos”. En la agencia Reuters son más finos y dice que el “mundo del espionaje occidental está la mismmolesto”. Por su parte, The Atlantic, un altavoz de los círculos vinculados más estrechamente a la OTAN, califica a Gabbard como una “amenaza a la seguridad de Estados Unidos”.
Es la pescadilla que se muerde la cola: no hay nada más inseguro que la directora de la seguridad nacional.
El presentador de noticias de la CNN, Jim Sciutto, señala que las opiniones de Gabbard contradicen casi todo lo relacionado con la política exterior estadounidense.
Otra ‘agente rusa’ digna del mejor guión de Hollywood
Es lógico que las grandes cadenas de intoxicación hayan entrado en pánico. Todas las mentiras que han propagando estos últimos años pueden salir a la luz, con nombres y apellidos, empezando por la misma Gabbard, a la que han calificado, lo mismo que a Trump, como una “agente rusa”.
Sería digno del mejor guión de Hollywood: una espía rusa al frente del espionaje adversario. Otro enorme triunfo para los rusos.
En 2017 Gabbard viajó a Siria y se reunió con Bashar Al Assad. Se pronunció en contra de la política encubierta de Washington de patrocinar a las hordas yihadistas para derrocar al gobierno de Damasco.
Entonces los medios cargaron contra ella, tachándola de “vendida” a Assad.
Lo mismo ocurrió con la Guerra de Ucrania, cuando los medios la acusaron de “venderse a los rusos” por decir que se podría haber evitado si se hubieran tenido en cuenta las preocupaciones de seguridad de Rusia sobre la expansión de la OTAN.
Por su parte, los críticos de Gabbard señalan que apoya a Israel porque otra cosa sería pedir demasiado.
La directora de inteligencia supervisa a la CIA y la NSA e informa diariamente al Presidente. En consecuencia, desempeña un papel crucial en la formulación de la política exterior de Estados Unidos.
En su calidad de directora nacional de inteligencia, es la suprema responsable de la inteligencia que supervisa la CIA y la NSA. A través de sus informes diarios al presidente, Gabbard desempeñará un papel crucial en la formulación de la política exterior… si la dejan.