Sus propios votantes han sido los últimos en enterarse y han tenido que pasar por un trago difícil de digerir. La dispersión interna y los cambalaches de todo tipo les han colocado en donde nunca quisieron estar: con la costra más que con la casta.
Hasta el momento sus votantes parecían “hooligans” que se negaban a ver la sinuosa trayectoria de cabecillas, como Iglesias, Errejón y compañía, que desde el principio dieron prueba de carecer totalmente de principios, y cuando no hay principios no hay nada. Más que descontentos ahora se sienten decepcionados.
Entre los dirigentes de las organizaciones políticas parlamentarias, Pablo Iglesias es el peor valorado por sus propios votantes. El cabecilla de Podemos sólo cuenta con la aprobación de un 37 por ciento de sus propios votantes, según una encuesta de Metroscopia que publica hoy el diario El País.
Si hoy se celebraran elecciones Podemos perdería prácticamente cinco puntos con respecto a su actual representación parlamentaria. Se quedaría con sólo un 15,9 por ciento de los votos.
Para ellos el futuro será bastante peor. Les corresponderá jugar el mismo papel testimonial que antes jugó UPyD. Como no tienen nada que hacer, protestarán por todo para mantener su aura, algo que siempre proporciona algunos votos.