Negar la realidad es una costumbre de los gobiernos colombianos cuando la misma realidad les salpica la cara

Renson Said

El director de la Policía [colombiana], Óscar Atehortúa, dice que la Águilas Negras (organización no organizada, la cual envía panfletos amenazando a líderes sociales y reclamantes de tierras), no existen porque “no han sido registradas”. Ya antes, María Fernanda Cabal había dicho que la masacre de las bananeras fue otro de los “mitos históricos de la narrativa comunista”. Y Santos: “El tal paro agrario no existe”.

Negar la realidad ha sido una costumbre extendida entre los distintos gobiernos colombianos cuando la misma realidad les salpica la cara. En un país preocupado por la imagen (no es casual que Colombia sea uno de los países donde más cirugías plásticas se realizan), las verdades incómodas se maquillan: no se habla ya de asesinatos de civiles inocentes, sino de falsos positivos. A los dueños de tierras usurpadas a campesinos se les dice: “compradores de buena fe”. Y así. Mientras tanto, el paro agrario deja muertos y heridos. La masacre de las bananeras ocupa lugar doloroso en la historia de Colombia y las Águilas Negras siguen intimidando a la población.

El método ha ido evolucionando. Antes, bastaba solo con cambiar el nombre de las cosas para que las cosas cambiaran, aunque no cambiaran. Ahora la realidad se niega de tajo: Las Águilas Negras no existen porque “no han sido registradas”.

No sé si las organizaciones criminales deban registrarse ante la Cámara de Comercio o ante el ministerio de Defensa, lo cierto es que constituye una realidad que no se puede ocultar.

Las Águilas Negras nacieron en Norte de Santander. Según un informe de la Defensoría del Pueblo de 2006: “Con la desmovilización del bloque Catatumbo, en diciembre de 2004, aparecen nuevas estructuras paramilitares integrados por combatientes y excombatientes de otros bloques que actuaban en diferentes zonas del país, que desde los primeros meses del 2005 han venido copando los espacios dejados por el bloque Catatumbo y el bloque Norte, luego de su desmovilización”.

Estas estructuras son las Águilas Negras cuyas acciones son similares a las de los bloques Catatumbo y Norte.

Puede ser una organización fantasma, porque no se atribuye ningún crimen. Pero eso no significa que no existan, de la misma manera como el rebusque no está tipificado (o registrado ante notaría) aunque para la mayoría de los colombianos esa sea su única ocupación.

Es curioso que las Águilas solo amenacen a familias reclamantes de tierras, a defensores de derechos humanos y a dirigentes de la oposición. Nunca han amenazado a ningún dirigente de derecha ni a ningún militar ni a ningún obispo. ¿Cómo hacen para que aparezca un panfleto en Chocó y al día siguiente otro en Bogotá? Desmovilizadas las Farc, esa logística solo la tiene el gobierno.

No es que uno sea mal pensado, pero no deja de ser sospechoso que las Águilas Negras, que nunca amenazan a ningún político de partidos tradicionales, hayan amenazado a Roy Barreras luego del debate al ministro de Defensa por el bombardeo al campamento guerrillero donde murieron menores de edad.

O sea, hay indicios, general Atehortúa, y que usted no los vea arroja luz sobre sobre la capacidad de la Policía nacional para investigar los temas de su competencia.

Negar la realidad es una forma de anular las preguntas que incomodan al establecimiento, y es, en esa doble negación, donde las águilas empollan.

https://www.elespectador.com/noticias/nacional/negacionistas-columna-901771

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