Ayer se produjeron al menos siete explosiones seguidas de disparos en los alrededores del aeropuerto internacional de Kabul. Han muerto 190 personas, aunque el número de víctimas es mucho mayor.
Tres de las explosiones que sacudieron Kabul fueron provocadas por artificieros de la Marina, es decir, que se trataba de explosiones controladas, una explosión fue causada por una bomba magnética adosada a los bajos de un vehículo en el oeste de la capital, mientras que las otras tres explosiones fueron provocadas, al parecer, por uno o varios asaltantes no identificados.
En Darulaman estallaron violentos enfrentamientos armados entre actores no identificados.
El Pentágono reconoció la muerte de doce marines y un médico de la Marina estadounidense. Otros catorce soldados estadounidenses resultaron heridos. Los hospitales de Kabul ya no funcionan por falta de personal médico y es muy difícil establecer un balance de víctimas.
El día anterior al ataque, la zona fue declarada en estado de emergencia absoluta por las tropas estadounidenses debido al continuo flujo de personas que intentan huir de Afganistán.
A pesar de las explosiones, la multitud sigue siendo tan numerosa como siempre en torno al aeropuerto internacional de Kabul. La población de la capital afgana cree que los países occidentales les van a ofrecer residencia gratuita, ciudadanía o nacionalidad, subvenciones y trabajo, por lo que seguirán acudiendo al aeropuerto y perpetuando una crisis de percepción que se está convirtiendo poco a poco en un nuevo foco de conflicto con los talibanes.
Una misteriosa organización terrorista, Jorasan, ha reivindicado la autoría de los ataques mortales contra el aeropuerto internacional de Kabul, que se encuentra en estado de confusión desde hace varios días.
En el vídeo de la reivindicación, difundido por la agencia árabe Aamaq, aparece un tal Abderrahman Loghari, el terrorista suicida que habría provocado la primera explosión en Abbey Gate. La grabación ofrece todos los elementos visuales de la comunicación utilizada por el Califato Islámico en Irak y Siria y plantea muchas preguntas sobre la probable implicación de la CIA o de algún subcontratista de la inteligencia británica.
Los talibanes han condenado los atentados y prometido castigar a sus autores, lo que no va a poder cumplir porque estas acciones marcan el inicio de la nueva guerra que venimos anunciando.
En otras entradas ya hemos hablado de Jorasan, un grupo importado a Afganistán en aviones de carga fletados en Ucrania por la CIA para proporcionar un contrapeso a los talibanes, pero también para sembrar el caos y encubrir los crímenes de la Unidad 373, formada por elementos de las fuerzas especiales de varios países de la OTAN que actuaban al margen de los protocolos oficiales de intervención.
Los elementos de Jorasan nunca han resistido a los talibanes, especialmente en Helmand, pero con el caos de la evacuación, mantenido y explotado para relanzar una nueva guerra de desestabilización, la reutilización de Jorasan confirma el relanzamiento y transformación de la derrota en una nueva oportunidad para crear un caos que impida la estabilización de las fronteras de Irán, China y Rusia.
La política de Estados Unidos hacia Afganistán, si es que ha tenido alguna, es la de “si no es para mí, no es para nadie”. Es la estrategia del caos. Por eso los medios de comunicación occidentales rebuznan a favor de otra guerra y de intentar acabar con los talibanes ota vez. Saben que eso o es posible, pero al menos seguirán manteniendo el rio revuelto…
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