Movilizaciones contra las vacunas en el norte de Colombia

El Carmen de Bolívar es una ciudad colombiana de 67.000 habitantes cercana al puerto caribeño de Cartagena de Indias que desde comienzos de este mes se ha puesto en pie con protestas y manifestaciones por un motivo poco habitual: los estragos de la vacuna contra el virus del papiloma humano.

Más de 200 niñas y adolescentes vacunadas forzosamente de la ciudad padecen los mismos síntomas: desvanecimientos, dolor de cabeza, engorde de las extremidades, manos heladas y tez pálida. El Hospital local de Nuestra Señora se ha colapsado. Algunos días han llegado a ingresar simultáneamente hasta 70 niñas.

Aunque los expertos dicen desconocer las causas del fenómeno, a los afectados no les cabe ninguna duda de que es consecuencia de los efectos secundarios de la vacuna administrada a las jóvenes. Incluso el presidente de la República, Juan Manuel Santos, se ha visto obligado a intervenir, imputando los sucesos a un «fenómeno de sugestión colectiva». Desplazado a la región como consecuencia del problema, al ministro de Salud Alejandro Gaviria le han recibido con manifestaciones en las calles. La ira de la multitud ha subido de tono cuando, para ocultar la gravedad del hecho, los expertos y los políticos les han tratado como si fueran histéricos.

En la mayor parte de la prensa colombiana el tratamiento de la noticia ha sido repugnante, como cabía esperar. «La vacuna contra VPH no afectó salud de niñas», titulaba el diario El Universal (1) haciéndose eco de los responsables del Ministerio de Salud sin que hubieran emprendido ninguna investigación.

En Colombia, la vacuna contra el virus del papiloma humano se ha administrado a 2,9 millones de jóvenes comprendidas entre los 9 y los 16 años. Se trata del Gardasil, un producto de la multinacional farmacéutica Merck que ya ha causado la muerte de tres niñas en España e incontables enfermedades en miles repartidas por todo el mundo.

En la ciudad, la imagen más corriente de las últimas semanas es la de un padre atemorizado que llevaba en ambulancia a su hija al servicio de urgencias del hospital. Sólo en el fin de semana 120 niñas han sido ingresadas en urgencias. Los afectados se empiezan a organizar y la semana pasada se manifestaron por las calles exigiendo que se formara una comisión de investigación. El alcalde de la localidad, Francisco Vega, que también es médico, ha explicado que el problema comenzó en el mes de mayo y que desde entonces se ha ido agravando progresivamente.

El gobierno ha enviado expertos que han tomado muestras de sangre de las adolescentes locales. Pero antes de saber los resultados ya han adelantado que no hay pruebas de que la vacuna de Merck sea la causante del problema y que quienes afirman lo contrario se basan en «opiniones y prejuicios». Veronica Trulin, portavoz de la multinacional Merck para América Latina se ha negado a realizar comentarios sobre lo que consideran como «especulaciones» sobre el Gardasil (2), una vacuna que -como tantas otras- también utiliza aluminio como coadyuvante.

Actualmente los laboratorios de Merck se encuentran trabajando sobre otra vacuna que sustituya a la anterior y evite sus efectos secundarios. Las estimaciones son de 10.000 afectados por los efectos del Gardasil en todo el mundo, de los cuales 142 han fallecido, la mayor parte de ellos en el Tercer Mundo cuyos habitantes son utilizados como cobayas por los laboratorios.

Varios países, como Japón, han retirado la vacuna y en noviembre del pasado año el Estado francés reconoció oficialmente que a una niña de 15 años el Gardasil le causó una reacción de inflamación aguda del sistema nervioso, obligando a la multinacional farmacéutica a indemnizarla lo cual, a su vez, provocó una avalancha de demandas judiciales. En España también se ha formado una Asociación de Afectadas por la Vacuna del Papiloma que ha interpuesto varias reclamaciones judiciales.

La vacuna no sólo tiene consecuencias indeseables sobre la salud de las jovénes sino que, además, provoca esterilidad. Hace décadas que la estrecha asociación entre numerosas vacunas y la esterilidad ha conducido a sospechar que detrás de las sucesivas campañas de la Organización Mundial de la Salud, a pesar de los variados pretextos sanitarios, se encubra una política mundial malthusiana de control de la natalidad en el Tercer Mundo.

En todo el mundo las campañas masivas de vacunación contra el virus del papiloma se explican como consecuencia de los beneficios de la multinacional que fabrica el Gardasil, cuyas ventas superan los 1.000 millones. Producir una dosis cuesta 68 centavos de dólar. Si se comprara en una farmacia su precio sería de unos 60 dólares, excepto en Estados Unidos, donde su precio es de 200 dólares. Pero el negocio no es la venta privada, que tiene un mercado muy reducio a causa del precio, sino que el Estado la imponga masiva y «gratuitamente». Colombia ha gastado 300 millones de dólares, de los cuales casi 299 millones son beneficios para la multinacional: un negocio redondo a costa de la salud de las jóvenes del país.

Una medicina sometida al capitalismo funciona al revés: descuida la atención de los enfermos y se preocupa por los que están sanos.
(1) El Universal, 30 de agosto, http://www.eluniversal.com.co/regional/bolivar/vacuna-contra-vph-no-afecto-salud-de-ninas-de-el-carmen-de-bolivar-invima-169398
(2) CBS News, 28 de agosto, http://www.cbsnews.com/news/mystery-illness-hits-girls-in-small-south-american-town/

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