Antes hablaban de la globalización, luego de la troika, ahora del Ibex-35… En esta guerra el enemigo cambia tan a menudo que es difícil ponerse al día.
La excusa es que ese tipo de instituciones son anti-democráticas, lo cual las diferencia del Estado español, vivito y coleando, que es democrático.
Las mareas y los mareados se han pronunciado claramente contra las marcas comerciales, los logos, el diseño y la publicidad. “Dime cómo vistes y te diré quién eres”. Lo de juzgar a las personas por su apariencia externa es lo de toda la vida, típico de provincianos para quienes no hay clases sociales sino tribus urbanas o… castas, como en la India.
Ahora gritan contra el Ibex-35, pero cuando pase la moda gritarán contra un enemigo mucho peor: el Nasdaq.
Ya no saben qué inventar para alardear de radicalismo, de que a ellos nadie les hace un “sorpasso” por la izquierda.
Aquello de “programa, programa, programa” de Anguita quedó muy atrás. En esta caída en picado ya no se puede preguntar a nadie por qué objetivos lucha, qué pretende conseguir.
Eso lo damos por descontado. Lo realmente serio es que ya ni siquiera es posible preguntar contra quién lucha, quién es su enemigo.
Quizá quieren decir que lo de menos es el enemigo. Posiblemente ni siquiera exista ningún enemigo. Para los transversales la protesta se ha convertido en un lamento existencial. No hay diferencia entre ellos y los penitentes que se mortifican en Semana Santa.
Son anti-todo (anticapitalistas, antipatriarcales, antimonárquicos), como esos niños que nunca quieren comer el plato que tienen encima de la mesa. Saben lo que no quieren, pero, ¿qué es exactamente lo que quieren?
Eso les diferencia del obrero que entra por la puerta de la fábrica a las ocho de la mañana. Lo primero que ve es la mirada intimidante del jefe que le indica a las claras quién es el enemigo y dónde está.