Rodríguez: el criminal impune |
La peor de las atrocidades tuvo lugar en la región Maya Ixil, a 225 kilómetros al noroeste de Ciudad de Guatemala.
El miércoles un tribunal guatemalteco dictaminó que las fuerzas armadas del país llevaron a cabo genocidios y crímenes de lesa humanidad, pero absolvió de sus cargos al comandante de la inteligencia militar: José Mauricio Rodríguez.
De acuerdo con la sentencia, no hay pruebas de que Rodríguez hubiera participado u ordenado a otros que participen en el genocidio durante la guerra contra la guerrilla.
Junto con el general golpista Efraín Ríos Montt, Rodríguez fue acusado de llevar a cabo la masacre de casi 1.800 civiles ixiles y desaparecer a decenas de miles más desde el 23 de marzo de 1982 hasta el 31 de julio de 1983.
La jueza Sara Yoc, el voto disidente sobre el fallo de Rodríguez, dijo que el comandante Rodríguez habría sabido que los militares estaban llevando a cabo un genocidio y crímenes de lesa humanidad. Su función era supervisar la recopilación de información de inteligencia de todas las regiones, incluida la información recopilada mediante tortura, agregó.
El veredicto del miércoles se produce cinco años después de que Ríos Montt, quien tomó el poder durante el golpe militar de 1982, fue declarado culpable de genocidio y crímenes de lesa humanidad. Rodríguez fue absuelto en ese momento.
Pero esos veredictos fueron revocados por el Tribunal Constitucional del país, lo que provocó una repetición de gran parte del juicio, que comenzó en octubre pasado. Ríos Montt, quien se consideró no apto para comparecer en el tribunal o prisión debido a su demencia, murió a la edad de 91 años el año pasado.
Antes de la sentencia del miércoles, Rodríguez negó cualquier participación en los miles de crímenes.
Hasta la fecha no se conocen comunicados de protesta de todas esas ONG “humanitarias”, que vuelcan su atención hacia Siria. Los tribunales guatemaltecos dicen lo que ya todo el mundo sabía: que los militares golpistas y sus padrinos en Estados Unidos cometieron una gigantesca matanza.
Ahora queda aprender que ese tipo de crímenes no son asuntos que puedan resolver ningún tribunal, sino una revolución popular.