Con ese titular lo que queremos decir es que la teoría de que la temperatura del planeta ha aumentado en los últimos decenios y sigue aumentando a día de hoy, se compone de mentiras, medias verdades y estadísticas.
A quienes defendemos esa tesis y negamos, en consecuencia, el calentamiento del planeta, los grupos seudoecologistas aseguran que estamos financiados por las grandes multinacionales de la energía. Pues aquí deberíamos tener los bolsillos llenos y esperamos que nos subvencionen este artículo con sus correspondientes dólares.
A la inversa, los seudoecologistas que sostienen la tesis contraria actúan de manera desinteresada; no les financian las grandes multinacionales porque sus teorías se oponen a sus intereses. Es más, ellos son grupos “de izquierda” realmente enfrentados a dichos monopolios. Incluso llegan a sostener que la culpa del calentamiento del planeta la tiene el capitalismo.
En las últimas semanas la tesis de la financiación de las multinacionales se ha convertido en España en una verdadera campaña de descrédito que elude el fondo del asunto: ¿realmente estamos asistiendo a un incremento de la temperatura del planeta?, ¿hay pruebas de ello?, ¿en qué se basan dichas pruebas?, ¿a qué llaman “pruebas”?
Lo que algunos llaman “pruebas” lo comprobamos con titulares periodísticos espectaculares, como el siguiente:
Una ecuación constata la relación directa entre CO2 y calentamiento global
ABC, 3 de diciembre de 2014
http://www.abc.es/sociedad/20141203/abci-ecuacion-dioxido-carbono-calentamiento-201412021657.html
Ahora resulta que a una ecuación, que el artículo califica de “teórica”, la consideran como una “prueba”.
Sin embargo, aquí consideramos que las cosas se demuestran en la práctica, no escribiendo fórmulas “teóricas” en una pizarra o en un trozo de papel. Una prueba es el contraste de la teoría (de las ecuaciones y fórmulas matemáticas) con la práctica, es decir, con la experiencia, el experimento y la observación de la realidad.
El largo y crudo invierno 2014-2015 que padecimos en el hemisferio norte, en el que volvió a nevar hasta en los desiertos, forma parte de esa realidad y volvió a dejarnos una impresión muy alejada de las teorías del calentamiento.
A pesar de las impresiones (subjetivas) de frío que padecimos, una búsqueda en internet demostraría que el mes de enero fue muy pródigo en “noticias” acerca de que el año pasado fue el más caliente del que se tiene noticia en la historia. Si alguien tiene la paciencia de comprobar de dónde salieron los datos, se dará cuenta de que la fuente eran la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera (NOAA) y la NASA.
A los que les preocupa la financiación hay que recordarles que ambos organismos están muy lejos de ser instituciones científicas asépticas. Más bien son ejemplos de la dependencia absoluta de la ciencia contemporánea hacia el capital. La NOOA forma parte del Ministerio de Comercio y la NASA tuvo un origen militar, colabora estrechamente con DARPA en proyectos bélicos, depende directamente de la Casa Blanca y el 85 por ciento de su financiación también procede de los fondos de defensa.
¿No es como para pensárselo? Naturalmente que sí: la afamada NASA es la mayor fabricante de fraudes seudocientíficos de la era moderna. Sin embargo, en este caso la información de la NOOA y la NASA era impecable. Estaba redactada con la suficiente sutileza como para embaucar a la prensa mundial, que está ávida de este tipo de noticias “científicas” con la que dan lustre a cualquier periódico de mala muerte.
El truco es el siguiente: a diferencia de la temperatura en un punto determinado a una hora determinada, la “temperatura del planeta” no depende sólo de mediciones directas sino que es una estimación o un promedio. Es como el cálculo del “salario medio” en el que nunca se contabiliza el de aquellos trabajadores cuyo salario es cero, es decir, de los parados.
A la temperatura le pasa lo mismo que al “salario medio” porque hasta hace muy poco se tomaban en tierra firme, cuando la inmensa mayoría de la superficie del planeta, un 75 por ciento, es agua. Luego no es la temperatura de todo el planeta sino la de una pequeña parte de él.
Además de las estadísticas, la temperatura “mundial” tiene otro problema: que hasta épocas muy recientes no hubo medios para medirla, por lo que las estimaciones son indirectas.
Así podríamos continuar poniendo pegas indefinidamente. No obstante, lo que queda claro es que la “vara de medir” ha cambiado a lo largo de la historia de la ciencia. Por ejemplo, hoy ningún científico consideraría suficientemente precisa una medición de una temperatura con un termómetro de mercurio. Desde hace unos 30 años las temperaturas se miden vía satélite y no son comparables con otro tipo de mediciones que se hacían anteriormente si no se hacen con la debida precaución.
Cualquiera es capaz de entender que con las mismas informaciones, las distintas “varas de medir” arrojan resultados muy distintos. Eso significa que los científicos saben mucho menos de lo que ellos mismos se creen. La geofísica es una ciencia que acaba de nacer. A pesar de que deberíamos ser mucho más cautos, los seudoecologistas utilizan unas expresiones absolutamente rotundas que son -necesariamente- falsas. Quieren aparentar una contundencia que no existe y no puede existir. En este terreno la ciencia está sobre arenas movedizas.
Lo diremos de otra manera: toda estadística tiene un margen de error y la que los medios presentaron en enero tenía un margen de error superior al aumento de la temperatura que midieron. La conclusión es obvia: no hubo tal aumento de temperatura. Pero los científicos de la NOAA y la NASA se lavaron las manos como Pilatos: fue un “error” de los medios, nosotros presentamos los datos correctos. Es falso: ellos indujeron el error de los medios de comunicación, que son propensos a este tipo de manipulaciones.