Así se desprende del informe “Una aproximación a la pobreza en el trabajo”, de Comisiones Obreras de Catalunya que lo ha elaborado analizando el periodo entre la crisis de 2008 y la actual.
La tasa de pobreza laboral se redujo ligeramente de 2013 a 2015, cuando se situó en el 11,2 por ciento y 343.500 trabajadores en estado de pobreza oficial, si bien en 2016 presentó un punto de inflexión con un crecimiento constante hasta alcanzar las cifras de 2018.
Por sexos, mientras los hombres cerraron 2018 con una tasa de pobreza en el trabajo del 13,9 por ciento, las mujeres alcanzaron un 15 por ciento.
Este año la precariedad laboral no sólo se mantiene, sino que se ha intensificado, ya que se arrastra un paro crónico, trabajo precario e inestable e insuficiencia de horas trabajadas, entre otros motivos.
En cuanto a la tasa de paro, el análisis durante este periodo muestra el incremento de la incidencia de la falta de empleo entre la población trabajadora, y mientras en 2008 la tasa se situaba en el 7,5 por ciento, en 2018 creció hasta el 11,2 por ciento.
El año pasado un estudio del Instituto Regional y Metropolitano de Barcelona ya indicó que la pobreza se había cronificado entre los trabajadores de Barcelona, donde los trabajadores viven en eso que llaman “riesgo de exclusión social”.
Cada vez son más los obreros que tienen un empleo pero son “técnicamente pobres”, porque sus salarios son inferiores al 60 por ciento de la media de la fuerza de trabajo.
Los trabajadores ocupados en riesgo de pobreza ya son el 16,4 por ciento, cuando hace dos años eran el 15 por ciento.
Las causas de la pobreza no radican sólo en los bajos salarios sino en el perio exorbitante de los alquileres.
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