Más de 4 años de lucha de los trabajadores de Coca-Cola

David Romero

Hace más de 4 años, un despido masivo en varias fábricas españolas de Coca-Cola desató un pulso jurídico y sindical que enfrenta a un grupo de trabajadores con una de las mayores empresas del mundo.

El 22 de enero de 2014, Coca-Cola Iberian Partners, la embotelladora de Coca-Cola para España, Andorra y Portugal, anunció un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que afectaba a 1.250 trabajadores. Por medio de este movimiento, la empresa planeaba despedir y prejubilar a 750 obreros y cerrar cuatro importantes centros de producción en España: las plantas de Fuenlabrada (Madrid), Colloto (Asturias), Alicante y Palma de Mallorca. Además, pretendía recolocar a 500 empleados en otros centros.

Pocos meses antes, Coca-Cola había obtenido el permiso de la Comisión Nacional de la Competencia para fusionar sus siete plantas de embotellado en el país y el ERE era parte de la re-estructuración consiguiente.

Por aquel entonces, el gigante norteamericano tal vez no imaginaba la magnitud ni la capacidad de resistencia de la oposición que iba a encontrar. En cualquier caso, no tardaría en darse cuenta: apenas una semana más tarde, los trabajadores de las cuatro fábricas afectadas por los cierres iniciaron una huelga indefinida que fue secundada por la totalidad de las plantillas.

En todas las demás fábricas también se dejó sentir la indignación en forma de solidaridad obrera: se convocaron grandes movilizaciones y paros parciales exigiendo la retirada de los cierres y los despidos.

Y en paralelo, por supuesto, daba comienzo una ardua y compleja batalla legal que, junto a la reivindicación social y su prolongado eco mediático, se ha convertido en una suerte de encarnación contemporánea del mito de David y Goliat en clave de lucha obrera colectiva.

Una primera victoria para los trabajadores

El sindicato Comisiones Obreras (CC.OO.) impugnó el ERE ante la Audiencia Nacional el día 26 de marzo, tras un periodo de negociaciones fallidas con la empresa, al considerar que la fusión de las embotelladoras no se realizó correctamente y, por lo tanto, la empresa carecía de potestad real para llevar a cabo los despidos.

No obstante, 5 días mas tarde y sin esperar ninguna resolución judicial, Coca-Cola ejecuta el ERE y cierra las cuatro plantas señaladas en su anuncio inicial. Se tramitan 236 despidos forzosos y el resto de empleados afectados se suscriben al plan de bajas incentivadas, prejubilaciones o traslados que ofrece Coca-Cola.

Sin embargo, la primera batalla en el terreno jurídico se salda con una importante y esperanzadora victoria para los trabajadores despedidos: la Audiencia Nacional española anula el ERE de Coca-Cola Iberian Partners y ordena su suspensión cautelar, obligando a la empresa a readmitir a los 236 despedidos y también a los que aceptaron la baja incentivada que deseen recuperar su empleo. Además obliga a la compañía a pagar los salarios que los trabajadores no han percibido durante los meses transcurridos desde el anuncio del ERE. A partir de ese momento, las reivindicaciones y acciones legales de los trabajadores se centran en conseguir la reapertura de la planta de Fuenlabrada.

En abril de 2015 el Tribunal Supremo ratificó e hizo firme la sentencia de la Audiencia Nacional, y acordó que los trabajadores de la planta de Fuenlabrada debían ser readmitidos e incorporados a sus mismos puestos de trabajo, exactamente en las mismas condiciones laborales y salariales.

Sin embargo, el cumplimiento de esta sentencia iba a quedar muy pronto en entredicho, generando un nuevo capítulo de controversia y pleiteo judicial entre empresa y trabajadores.

La guerra psicológica y ‘la gran mentira’

Tras encajar el golpe de la sentencia firme del Supremo, Coca-Cola responde ante la Audiencia Nacional presentando una propuesta de «solución» al conflicto: el COIL (Centro de Operaciones Industriales y Logísticas), un plan para convertir la planta de Fuenlabrada en un «gran almacén y centro de distribución», descrito ante el tribunal como un ambicioso proyecto de I+D+i (investigación, desarrollo e innovación).

En conversación con este medio, el responsable de la sección sindical de CCOO en la fábrica madrileña, Juan Carlos Asenjo, describe las verdaderas condiciones en que fueron readmitidos y lo que resultó ser, en la práctica, ese innovador centro logístico. «El proyecto no se ha puesto en marcha porque a la empresa no le ha interesado», explica Asenjo, denunciando también que «ha habido gran permisividad de la Justicia al respecto».

«La realidad es que a día de hoy, 3 años más tarde, no tenemos ni innovación, ni excelencia, ni rastro del proyecto que estaba definido. Lo único que tenemos es una actividad manual y precaria en el centro de trabajo. Las botellas nos llegan de los bares, mezcladas en las cajas, y aquí las separamos –porque son productos de distintos tipos– manualmente. Y ese es el proyecto de I+d+i de Coca-Cola», explica el líder sindical.

En este video publicado en Youtube, que es un fragmento del documental “Coca-Cola en Lucha”, Asenjo y otros miembros de la plantilla explican también las condiciones de trabajo reales en la planta de Fuenlabrada, y en qué consiste «la gran mentira de Coca-Cola en Madrid».

Asenjo comenta que los trabajadores de Fuenlabrada no tienen «ninguna integración real en la organización» ni están prestando los servicios para los que han sido readmitidos según el proyecto logístico presentado ante los tribunales: «Estamos en un abandono cuya consecuencia es un ‘mobbing’ [acoso laboral] y un maltrato desde el punto de vista psicológico que está siendo muy dañino para los trabajadores y trabajadoras de la plantilla, y para sus familias».

Este aspecto está en el centro de las quejas de la plantilla readmitida: consideran que se trata de una guerra psicológica de desgaste. El 11 de enero de 2017, los representantes sindicales denunciaron que «Coca-Cola no acepta la derrota legal y sigue burlándose de las sentencias judiciales», y se refirieron a los trabajadores de Fuenlabrada como «víctimas de un ‘mobbing’ colectivo».

Advierten asimismo que «con el incumplimiento de las sentencias, la empresa pretende el desmantelamiento del centro de producción de Fuenlabrada y derivar la producción a otros centros, acabando así con una fábrica que, gracias a la organización de los trabajadores y trabajadoras, disfrutaba de unas buenas condiciones de trabajo».

En consecuencia, los trabajadores acudieron de nuevo a la Audiencia Nacional y denunciaron que la manera en que se llevaron a cabo las readmisiones no se ajustaba al contenido de la sentencia. Sin embargo, la Audiencia validó la forma de proceder de la empresa, decretando que las readmisiones eran válidas. El sindicato CC.OO. acudió entonces al Tribunal Supremo, que también dio por buenas las condiciones de la readmisión. Pese a estos duros varapalos judiciales, los trabajadores continúan luchando para conseguir que su trabajo y la planta en la que se desarrollaba vuelvan a ser lo que eran.

Una resistencia espartana en el ‘Campamento Dignidad’

Uno de los aspectos más llamativos de esta contienda sindical y judicial es su honda faceta humana, y la manera concreta en la que se ha desarrollado en este caso. En paralelo a las disputas jurídicas y a la ardua labor de lucha obrera llegó a construirse entorno a la fábrica de Fuenlabrada un enclave físico de solidaridad que constituye un fenómeno interesante en si mismo: el llamado “Campamento Dignidad”.

Los trabajadores afectados por el ERE de Coca-Cola en la fábrica madrileña no tardaron en autodenominarse “espartanos”, en una de esas chispas de buen humor que de vez en cuando saltan en medio de la desolación. Después de todo, había algunos aspectos coincidentes con la famosa película ‘300’, la narración cinematográfica de la Batalla de las Termópilas, en la que una alianza de ciudades griegas lideradas por Esparta y Atenas consiguió detener la invasión del imperio persa. Al fin y al cabo, los empleados despedidos de la fábrica estaban dispuestos a dar la batalla hasta el final, iban a resistir como los antiguos espartanos… y eran casi 300.

Un dibujo hecho a mano que se asemejaba al cartel de la película y contenía consignas que llamaban a la lucha obrera presidía el interior del espacio que los “espartanos” denominaron “Campamento Dignidad”. Era de una estructura algo precaria pero decente: un chamizo construido con palés, vigas de madera y retazos plásticos, situado junto a la entrada de la fábrica. Disponían de una cocina de gas butano, un fregadero (sin grifo), un televisor y pocas comodidades más. Había también una estufa, pero lo que verdaderamente mantuvo siempre caliente aquel lugar fue la compañía humana, la comprensión mutua, la solidaridad y el trabajo en equipo; los desvelos por los problemas propios y ajenos, las lágrimas de frustración compartidas, y las modestas celebraciones de las victorias cuando ocurrían.

Como consecuencia de lo que el líder sindical Juan Carlos Asenjo considera una flagrante «connivencia entre los poderes del capital y la justicia» y de la «permisividad» con que la judicatura toleró que Coca-Cola «dilatara el proceso, intentando agotar la lucha de los trabajadores», se produjo una situación verdaderamente delicada para las familias afectadas.

El propio Asenjo nos lo explica: «A raíz de la sentencia de la Audiencia Nacional, que obligaba a Coca-Cola a readmitirnos y pagar los salarios pendientes, nos retiraron las prestaciones por desempleo, porque dejábamos de estar desempleados. Pero al mismo tiempo, al negarse Coca-Cola a desembolsar el dinero a pesar de que habían sido obligados, nos quedamos en una desprotección total, no sólo desde el punto de vista judicial, sino desde el punto de vista del sistema: evidentemente lo que ocurría era que no había ningún tipo de sustento, ni prestaciones ni salarios, y obviamente para las economías familiares fue muy duro soportar esa situación».

El “Campamento Dignidad” nació así de las apremiantes necesidades básicas de las familias afectadas y cumplió muchas funciones a la vez: a su manera, acabó siendo una delegación sindical, un despacho de asesoría jurídica, un comedor social y hasta un gabinete de psicoterapia colectiva. Con el paso de las horas y al calor de las charlas y las comidas compartidas, la lucha obrera se disolvía a veces en una relajada fraternidad entre colegas que acababa resultando balsámica frente al durísimo trance que pasaban los trabajadores a la espera de una solución.

El campamento estuvo operativo hasta el 30 de septiembre de 2015, día en que se abrieron las puertas de la planta de Fuenlabrada para la polémica readmisión de los trabajadores. Hasta diciembre de ese año permaneció en pie la estructura vacía junto a la entrada de la fábrica, el esqueleto de aquel núcleo de solidaridad y resistencia, hasta que finalmente fue desmantelado. Sin embargo, el espíritu que se desarrolló en el interior de aquel chamizo habita aún en el corazón colectivo del movimiento Coca-Cola en Lucha, que no ha cesado en la reivindicación de una solución digna.

La lucha en femenino: el poder de las espartanas

Uno de los fenómenos sociales más potentes y conmovedores originados entorno a la problemática laboral del ERE de Coca-Cola fue el conjunto de mujeres –en su mayoría compañeras, hijas o familiares de los trabajadores de la fábrica de Fuenlabrada–, que se unieron a la causa de sus parejas. Empezaron a conocerse entre ellas cuando acompañaron a sus maridos a las acciones de protesta en la fábrica, y no tardaron en crear un combativo grupo de apoyo a la lucha obrera de los trabajadores en litigio.

Su presencia añadía a la lucha de los trabajadores de Coca-Cola una nueva dimensión que amplificaba la proyección social, generaba una valiosa empatía con la causa y aportaba una creatividad y un coraje que impulsaron el movimiento con una energía impagable.

Uno de sus mayores «éxitos» en el impacto social de su campaña tuvo lugar en las Navidades de 2016, cuando las propias “espartanas” elaboraron un anuncio de Navidad que parodiaba un famoso “spot” publicitario de Coca-Cola, encajando en un guión similar sus propias reivindicaciones y denuncias. Esta obra maestra de la ironía publicitaria comunicaba muy bien el estado de ánimo del grupo en lucha y denunciaba hábilmente lo que sus autoras consideraban injusto o abusivo en la contienda jurídica con Coca-Cola.

«En estas fechas, la publicidad nos va a recordar que Coca-Cola es la felicidad –dice a cámara una de las protagonistas del anuncio–. Pero en Fuenlabrada Coca-Cola no respeta ni a sus trabajadores, ni a sus familias, ni a sus hijos, ni respetan nuestros derechos ni las sentencias». La misma mujer recuerda que «las espartanas llevamos tres años luchando, porque si Madrid no fabrica, Madrid no consume».

Esta última frase se convirtió en uno de los lemas principales de la campaña de los trabajadores en lucha de Coca-Cola, coreada a voz en grito en múltiples manifestaciones y difundida al máximo en las redes sociales.

Otro lema que las “espartanas” crearon es el que llevan escritos en su camiseta: otra sencilla declaración de intenciones cargada de actitud; casi una advertencia: «Ni nos doblan, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar. La lucha sigue».

Unos meses antes del famoso “anti-spot” navideño protagonizaron también otro original salto a la fama: seis de las ‘espartanas’ aparecieron desnudas en una de las revistas más populares de España, Interviú, conocida, entre otras cosas, por llevar siempre una mujer semidesnuda en la portada, que aparece desnuda en el interior en un reportaje fotográfico más amplio. «¿Qué es enseñar un pecho cuando nos están robando nuestros derechos?», dijo Gema Gil, una de las espartanas, a la revista, explicando a continuación que estaban muy orgullosas de «haber creado un ejemplo en una clase trabajadora dormida».

El propio Juan Carlos Asenjo reconoció a la revista Pikara Magazine en diciembre de 2017 que las espartanas eran (y son) «la cimentación para que esto siga adelante: sin las espartanas, sin las mujeres, la lucha está coja. Gracias a ellas estamos en pie. Son las mujeres las que están poniendo en jaque al capital».

Un acuerdo digno o habrá que recurrir a Estrasburgo

Juan Carlos Asenjo admite que existe «un canal de comunicación con la empresa» desde 2014, desde los albores del conflicto. La mera cronología de los hechos deja claro que no ha sido un canal muy fructífero, y que más que un diálogo la relación entre las partes ha consistido en un pulso difícil, una guerra en varios frentes, desigual pero prolongada en el tiempo hasta nuestros días.

«Nos hemos sentado a dialogar con la empresa», explica Asenjo sobre la batalla actual. «Una de dos: la empresa tiene que cumplir con el proyecto que planteó ante la Audiencia Nacional o tenemos que sentarnos a buscar una ejecución de esa sentencia que aceptemos de mutuo acuerdo».

El sindicalista advierte que «si no tenemos una solución antes del plazo jurídico establecido en el que es posible solicitar el amparo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, pues evidentemente recurriremos a Estrasburgo». Igualmente reconoce que «si a través del diálogo somos capaces de buscar una solución, pues no tendremos que recurrir». Con todo, insiste en recordar que «a día de hoy, no tenemos ninguna solución real que evite la situación de tener que presentar el caso a Estrasburgo».

«Nuestro objetivo no es torcerle el brazo a Coca-Cola –aclara Asenjo–, sino hacer que se cumpla lo que la justicia dictaminó en su día para dar a los trabajadores y a sus familias una salida y una solución de futuro».

https://actualidad.rt.com/actualidad/272337-despidos-sentencias-lucha-cocacola-espana

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