Mario Soares: un lacayo del imperialismo

Darío Herchhoren

La noticia de la muerte de Mario Soares a los 92 años, me pone de actualidad el nombre de un político particularmente odioso. La revolución de los claveles que fue el 25 de abril de 1974, tuvo un eco enorme en América Latina y significó sin duda un cambio de enorme importancia en la política portuguesa.

En ese año de 1974, tuve la ocasión de reunirme en Montevideo con dos de los jefes de dicha revolución, que eran el Almirante Rosa Coutinho, y el Brigadier Otelo Saraiva de Carvalho, que viajaron de incógnito a Uruguay para reunirse con algunos de los apoyos que dicha Revolución tenía en Sudamérica.

Yo concurrí en representación de la organización político militar Montoneros, que por aquellos años ya estaba batallando contra la derecha peronista encarnada por el entonces ministro  de Bienestar Social de Argentina José López Rega fundador de la criminal Triple A.

De esa guisa, recibí junto con los compañeros que me acompañaban una información valiosísima y tuve la oportunidad de valorar personalmente la arrolladora personalidad tanto de Rosa Coutinho como de Otelo Saraiva.

Otelo no era un militar de carrera y provenía de lo que eran las milicias universitarias que el salazarismo había copiado de España, y había sido nombrado por el gobierno de Marcelo Caetano sustituto de Salazar; jefe del COPCON, que era el Comando Operacional del Continente encargado de diseñar y operar la política colonial portuguesa en Africa y tratar de sofocar la rebelión de las colonias africanas en busca de su independencia.

Rosa Coutinho era el almirante Jefe de Operaciones de la Flota de Guerra de la marina portuguesa, y en tal carácter era el que daba las instrucciones operativas a los buques militares portugueses que operaban en puertos africanos.

Ambos fueron los jefes de la conspiración anti salazarista, que estalló el día 25 de abril de 1974 con la transmisión por Radio Renascenza de la canción Grándola Vila Morena del poeta José Zeca Afonso, que era la contraseña que puso en marcha la Revolución de los Claveles.

Dentro del grupo civil de apoyo a la revolución había personas como el inolvidable Alvaro Cunhal en aquel entonces  Secretario General del Partido Comunista Portugués, que había logrado fugar de la prisión de Peniche, próxima a Lisboa, y Mario Soares, Secretario General del Partido Socialista, que estaba exiliado en Francia.

Marcelo Caetano era el fiel reflejo de Antonio de Oliveira Salazar, y quienes los conocían decían que la única diferencia entre ambos, era que Marcelo se había casado a diferencia del misógino y asexuado Salazar, y cuando los militares irrumpieron en su despacho del Palacio de Sao Bento y le tomaron prisionero, lo introdujeron en un coche y lo dejaron en su casa, porque vieron que no era capaz de entender que el salazarismo había caido.

Se nombró entonces un presidente provisional de la República, que en principio iba a ser el mariscal Antonio de Spínola, de innegable autoridad en el ejèrcito portugués, pero de origen aristocrático; pero finalmente se designó al Brigadier Vasco Lourenzo, que pertenecía al Partido Comunista.

El nuevo gobierno, inicia la reforma agraria, y liquida los grandes latifundios de la región del Alentejo, que es la Extremadura portuguesa e inicia una reforma urbana, entregando en propiedad las viviendas alquiladas; legalizan los partidos políticos, se retoman relaciones diplomáticas con la URSS y se reconoce al gobierno de Cuba; y lo más importante; se inician negociaciones con las colonias africanas para su independencia.

Todo esto puso en guardia a la vieja derecha, y también a los servidores del imperio. En nuestras conversaciones en Montevideo me explicaron que el Partido Socialista, y su «lider» Mario Soares era en realidad un informante de la CIA, que estaba en nómina de la CIA; es decir que recibía billetes de banco por su tarea. Todo esto culminó, cuando se produjo el relevo del brigadier Vasco Lourenzo, miembro del Partido Comunista que era el presidente de la República Portuguesa por el general Antonio Ramalho Eanes.

El demócrata Soares, viajó a Lages, la base que la OTAN tenía y tiene en las Azores, para solicitar su apoyo (intervención) para echar a Vasco Lourenzo. Ello precipitó su caída, y el ascenso del general Ramalho Eanes, que tuvo como primer ministro al propio Soares, evidentemente un otanista, y servidor lacayo del imperio.

En los años posteriores seguí mis contactos con Otelo Saraiva de Carvalho, y siempre me manifestaba que el general Ramalho Eanes, último presidente militar representante del movimiento de las fuerzas armadas, sentía un profundo desprecio por Soares, a quien consideraba simplemente un puto soplón, sin relieve alguno.

Este es el hombre que ha muerto, al cual le rinden homenaje otros miserables como Felipe González y el criminal Javier Solana.

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