El derecho de manifestación es uno de los pilares de un estado democrático. Mucho ha tenido que andar la humanidad para lograrlo como para bastardearlo con risas, cánticos o bailes.
Esta reflexión me surge a raíz de un vídeo donde veo que un grupo de miembros de las tantas plataformas de afectados por la hipoteca, festejan (no se sabe que) en una calle pública de una ciudad (no diré cual) luego de un deshaucio.
La Constitución Española, entre los derechos fundamentales de los ciudadanos, establece que todos ellos tienen derecho a una vivienda digna, aunque no dice qué deben hacer esos ciudadanos para hacerse con una de ellas. Para cubrir esa necesidad, las familias españolas han contraído enormes deudas con bancos, cajas de ahorro y sociedades de financiación, a devolver en treinta o más años, lo cual implica en la práctica comprometer la capacidad de compra de esas familias por períodos muy largos, y además implica también que no es posible adquirir otros bienes y servicios durante muchos años.
Esto se debe básicamente a que el estado ha hecho dejación de su obligación de proteger a sus ciudadanos con una política de construcción masiva de viviendas a bajo precio, que no implique que esos ciudadanos tengan que caminar con un grillo en el pie durante tantos años de su vida, abarcando en ello al menos a dos generaciones.
A todo esto, de por si grave, hay que agregar que una profunda crisis que afecta al sistema capitalista en su totalidad, ha conseguido dejar sin empleo a millones de personas que solo tienen como único ingreso un subsidio de paro, que llegado a cierto límite también se acaba, y que implica ni más ni menos que dejar en la calle a sus «beneficiarios». Si unimos a todo esto, que muchos de los parados han contraido deudas hipotecarias para la compra de una vivienda, nos encontramos con la catástrofe de perder la vivienda, perder el dinero ya pagado y estar sin empleo.
Es por esta situación que muchos de los afectados llevan ya muchos años peleando por no perder su casa, ante una situación de fuerza mayor de la que no son responsables y que a pesar de sus intentos a veces rayanos en lo imposible se ven en la circunstancia de quedarse literalmente en la calle.
Es así como surgen las diversas plataformas de afectados por la hipoteca, que en algunos casos han conseguido quedarse con su casa, pero que en la mayoría de ellos la han perdido, o están a punto de perderlas. Estas plataformas en muchos casos están cuestionando nada menos que el derecho de propiedad, que es una de las piedras angulares del sistema capitalista, pero sin expresarlo cabalmente, y eso es lo que deben reclamar: el fin de un sistema que antepone el interés de bancos, cajas y empresas prestamistas a los derechos de personas y familias.
Las plataformas de afectados por la hipoteca deben cumplir una labor docente en materia política y decir claramente que su actividad está dirigida a cuestionar la propiedad privada, es decir la linea de flotación del sistema y el sistema mismo. Sin esto, toda acción lúdica (bailes, cantos, chistes, bromas) solo sirven para distraer, y lleva a que quienes honestamente luchan por sus derechos se estrellen contra un muro que está constituido por las multinacionales del crédito (grandes bancos y corporaciones) un sistema judicial cómplice que utiliza a la policía para enseñar a los crédulos quien manda aquí, y en función de esa tarea de enseñar a pensar deben señalar que mientras la vivienda sea un negocio y no un derecho escrito en un papel, las grandes mayorías no tendrán vivienda, y en caso de tener una será a costa de endeudarse de por vida.
Las manifestaciones no pueden ser un jolgorio. Deben expresar la bronca y el cabreo de quienes se ven despojados y robados. Es decir que deben ser con la mayor bronca posible. Las revoluciones no se hacen precisamente con flores y canciones.
Menos la revolución de los claveles 😉