El lunes de la semana pasada, después de una misión, las tropas llegaron al campamento militar instalado en el Bosque de Vincennes, muy cerca de París. El campamento, formado por barracas prefabricadas y camastros para dormir, se está construyendo en el este de París para albergar a 4.500 soldados asignados a la seguridad de los Juegos Olímpicos.
Para transformar los Juegos Olímpicos en una Conferencia Mundial de Seguridad, Macron aceptó el envío de miles de tropas, sin olvidar los miles de policías y gendarmes, flanqueados por sus colegas de todo el mundo: españoles, qataríes, británicos…
Las olimpiadas están sirviendo para ensayar otro estado de sitio, con 44.000 puestos de la policía que impiden los movimientos por la ciudad. la capital francesa es inhabitable. Los vecinos y los turistas huyen de los controles policiales en las calles, y las tiendas, los cafés y los restaurantes están vacíos.
“Agentes del Shin Bet, los servicios de seguridad interior israelíes, garantizarán la seguridad de los 88 atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de París”, anunció el periódico británico The Telegraph, citando a un antiguo miembro del Shin Bet. Operarán en coordinación con la policía francesa.
Si conocemos su propensión a organizar ataques de bandera falsa, es más problemática la presencia de policías israelíes, con el pretexto de proteger a los 88 atletas israelíes que peligran en París.
Los que realmente necesitan protección son los palestinos, que no pueden ni mostrar su bandera en las olimpiadas.
Si querían comprar una entrada para asistir a las celebraciones del viernes, busquen bien en su billetera a ver si logran reunir 3.850 euros por cada asistente. En cualquier otro caso, enciendan la televisión.
Muchos de los soldados franceses enviados a Ucrania ya han muerto. Sus restos han sido repatriados discretamente. Han comprado el silencio de los familiares con importantes indemnizaciones: tres años de sueldo.