Así como los medios de comunicación corporativos de todo pelaje reproducen las versiones de las agencias de inteligencia, con elaboradas tareas de desinformación que pueden llegar al absurdo, es en cambio en la llamada «izquierda parlamentaria» donde se configura el peligro más grande de hacer de la península ibérica el teatro de operaciones más cómodo para el imperialismo.
Los respaldos tácitos a las políticas genocidas no son ninguna novedad. Estas formaciones políticas que han silenciado, o han reducido a mal menor, el peligro que representa el apoyo militar de la Unión Europea a los neonazis ucranianos (hicieron lo mismo en su momento en la guerra de Siria, llamando «luchadores» a los militantes del ISIS), sin embargo ahora están mostrando una complicidad sin precedentes.
Falsedades como la de Gabriel Rufián, comparando el apoyo de la OTAN al Batallón Azov con los apoyos que deberían haberse dado a la II República española -los militantes del Pravy Sektor deben estar riéndose mucho con esto- o las ambigüedades de los ministros de Podemos respecto a la Cumbre de la Alianza que se va a celebrar estos días en Madrid tienen sus efectos, y son acumulativos, y son mucho más poderosos con el tiempo que las declaraciones flagrantes de apoyo. A diferencia del fervor militarista de la derecha, la «izquierda» da una pátina de racionalidad y de «sensatez» a esta política.
Este es el poder de la propaganda exitosa, ya sea intencional o no. Funciona particularmente bien en personas «intelectuales» y en particular en esa clase media española, principal colchón de los conflictos sociales, que cree ser «inmanipulable».
Noam Chomsky, en una reciente entrevista publicada en Truthout, una publicación cercana al ex candidato demócrata Bernie Sanders, llegó a decir que no creía que hubiera «mentiras significativas» en los reportajes de guerra de la prensa occidental. «Los medios estadounidenses generalmente están haciendo un trabajo muy loable al informar sobre los crímenes rusos en Ucrania. Eso es valioso, al igual que es valioso que se estén realizando investigaciones internacionales en preparación para posibles juicios por crímenes de guerra.»
La propaganda de los medios sobre los acontecimientos en Ucrania ha sido tan descaradamente falsa y ridícula que algunas personas se detendrán de repente y pensarán: ¿acaba de decir eso?. Básicamente, y así lo han reproducido autores similares del periodismo patrio, viene a decir que The New York Times, El País, Süddeutsche Zeitung o The Sun, que mintieron en alguna que otra ocasión (nótese la ironía) ahora ya no lo hacen.
En síntesis, la derecha viene exponiendo con la guerra de Ucrania los resabios de su podrido anticomunismo; pero la llamada «izquierda» avala la escalada militarista poniendo en igualdad de condiciones a Rusia con los Estados Unidos.
El subterfugio suele ser muy hábil y apela al sentido de indignación de los lectores por lo que sucedió en el pasado, por ejemplo, con el apoyo del gobierno de Aznar a la agresión de Irak.
La progresía española, que durante décadas ha negado el terrorismo de Estado y que recién ahora han descubierto las llamadas «cloacas», o que han apoyado las más graves y trascendentales medidas contra las libertades civiles con el pretexto sanitario, son pieza esencial para que España siga siendo un engranaje estratégico del mapa imperial, engranaje que la sociedad podrá librarse de él en la medida en que analice con la misma crítica y sagacidad a personajes tan aparentemente dispares como Feijoó o Enrique de Santiago, personajes ambos partidarios de «respetar los compromisos de España con la OTAN».
Casi nada.
La extrema derecha ucraniana y la propuesta de ilegalización del Partido Comunista Portugués.
Hace unos días la política en Portugal se revolvía. Ucranianos que residen en el país vecino, cuestionaban la existencia del Partido Comunista Portugués y sugerían su ilegalización. Esta propuesta se enmarcaba dentro de la campaña de criminalización que el PCP está sufriendo por movilizarse por la paz y denunciar la instrumentalización de la Asamblea de la República para la instigación a la guerra con la intervención de Zelenski, a la cual no acudieron.
No iban mal encaminados. Un reciente reportaje publicado en Setenta e Quatro por su redactor jefe Ricardo Cabral Fernandes, periodista dedicado a investigar a la extrema derecha y sus conexiones internacionales, desvela los vínculos de Pavlo Sadokha, presidente de la Asociación de Ucranianos en Portugal con la extremaderecha de su país.