Una vez lanzada, la campaña se intoxicación debía parar porque la comedia Skripal-Novichok ha sido como la del Superagente 86: no daba para más.
Esperábamos escuchar el relato de lo sucedido y nos imaginábamos al malvado espía del KGB-Kaos acercandose subrepticiamente a la pareja en el centro comercial de Salisbyury, haciéndose pasar por un inofensivo vendedor de helados para suministrarles el veneno mortal que debió acabar con vida de manera fulminante…
… Pero no pasó nada porque el veneno no era tan venenoso, ni las consecuencias tan letales, ni el vendedor de helados era ruso, ni… Nada de nada. Por no tener no tenemos ni declaraciones de primera mano de los afectados.
Al salir del hospital, el consulado ruso en Londres se dirigió a Julia por si necesitaba algo. ¡Qué estupidez! Lo que necesita Julia es alejarse de ellos, del KGB-Kaos, los malos, para pedir protección a los buenos, a Scotland Yard, que la han llevado a un “lugar seguro”, no vaya a ser que los ataques tóxicos se reproduzcan.
La bufonada ha servido de acicate para la mayor oleada de expulsiones de diplomáticos que ha conocido la historia. Al imperialismo le interesa tensar la cuerda y no escatiman en orquestar un montaje detrás de otro.