Seguimos con el desplome de la libertad de expresión en Europa. Próximamente Bruselas anunciará las conclusiones finales de su investigación contra Elon Musk y la red social X/Twitter por violar la Ley de Servicios Digitales (DSA).
La detención de Pavel Durov en París es, pues, un instrumento de presión contra Musk. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…
Como venimos explicando, las grandes potencias necesitan controlar las redes sociales, que están en manos de poderosos monopolios tecnológicos.
La guerra entre el multimillonario estadounidense y la Comisión Europea arreció este verano. El 12 de julio Bruselas publicó las conclusiones preliminares de su investigación. En aquel documento, los secuaces de Ursula von der Leyen consideron que X/Twitter infringe la ley porque engaña a sus usuarios.
Musk respondió lanzando una nueva aplicación de inteligencia artificial de generación de imágenes que no gustó en Bruselas porque no estaba censurada. También aprovecharon que el Pisuerga pasa por Valladolid. Dijeron que X/Twitter había exacerbado la campaña racista en Reino Unido. Por sin, en el colmo de la perversidad, Musk organizó una entrevista con Trump, retransmitida en directo desde su plataforma.
El comisario europeo de Mercado Interior, Thierry Breton, un Torquemada posmoderno, le amenazó abiertamente, aunque la Comisión no le siguió el juego.
Para que vean el tono, Musk le respodió diciéndole al inquisidor “Vas a echar la cabeza hacia atrás y te la vas a meter en el culo“, una frase extraída de la película “Tropic Thunder, ¡una guerra muy perra!”.
La guerra abierta entre la Unión Europea y los grandes monopolios tecnológicos acabará con una multa a Musk que puede ascender hasta el 6 por cien de los ingresos de la plataforma y podría llegar a ser aún más elevada si la red social sigue negándose a cumplir las normas europeas.
Teóricamente la Comisión Europea también podría prohibir la plataforma en Europa, pero eso es algo que no va a ocurrir porque X/Twitter no es TikTok, Musk cuenta con el apoyo del Pentágono y las comunicaciones militares de la OTAN en Ucrania dependen de él.
Como suele ocurrir en estos casos, la coartada es la desinformación que prolifera por las cuentas de X/Twitter y que la tropa que encabeza Ursula von der Layen no puede consentir porque la Comisión Europea es un organismo democrático amante de la verdad, por encima de todo (a diferencia de Musk).
El pulso entre un monopolio internacional y un organismo público pone de relieve la privatización de la censura y, en definitiva, de la represión política. Brasil marca un camino. El Tribunal Supremo pidió a la red social que eliminara algunas cuentas en nombre de la “lucha contra la desinformación”, o sea, de la censura. La plataforma se negó y decidió cerrar su organización en el país para evitar que sus delegados fueran perseguidos por los jueces.
Los europeos, que se creen adalides de las libertades, no pueden admitir la censura pública, pero se van acostumbrando, poco a poco, a la privada, al cierre de cuentas en las redes sociales y a la imposibilidad de expresarse y difundir sus opiniones.
El mejor ejemplo de ello es la autocensura, de tal manera que los usuarios saben que determinados contenidos sólo se pueden difundir en ciertas redes sociales por medios indirectos, crípticos.
Pero, sin duda, el gran pastel de X/Twitter son sus 45 millones de usuarios en la Unión Europea. Es una gigantesca base de datos que Bruselas quiere tener a su alcance en todo momento para ponerla en manos de las diferentes policías para engrosar los archivos y catalogar a cada uno de los ciudadanos europeos por sus opiniones sociales y políticas.