Los países bálticos se desenganchan de la red eléctrica rusa

Aunque está de moda hablar de “geopolítica”, son los mercados, los gasoductos, las redes eléctricas y los puertos los que dibujan los mapas políticos, más que las propias fronteras.

En el este de Europa los suministros de electricidad se diseñaron de una manera que no siempre es posible cambiar rápidamente. En Moldavia, Hungría, Eslovaquia y otros países lo padecen cada día.

Los países dependen uno de otros para el suministro energético y no siempre les permiten elegir al vendedor. La Unión Europea presiona para que ciertos países del este no reciban suministros de Rusia. Hay veto que se justifica con la retórica de la “dependencia” porque Bruselas pretende que dependan de cualquiera, excepto de Rusia.

En Europa oriental la reconfiguración de las redes de suministro no se hizo tras la caída del Telón de Acero en 1990 porque los mercados energéticos no entienden de mutaciones políticas ni de fronteras, sobre todo si los países son títeres cuyos hilos los mueven desde Bruselas, como ocurre con los tres países bálticos.

Estonia, Letonia y Lituania han iniciado ahora una transformación radical de su infraestructura energética, para reafirmar su sumisión a la OTAN y a la Unión Europea, aunque sea a costa de pagar un sobreprecio. El sábado se desconectaron de la red eléctrica rusa.

Fue una operación técnica compleja, fruto de varios años de preparación, que ha costado 1.600 millones de euros. Se llevó a cabo en medio de unas medidas de seguridad paranoicas, que se justificaron con el pretexto de unos posibles “sabotajes rusos” que se han puesto de moda en todo el continente europeo desde los cortes de los cables submarinos en el Mar Báltico, en los que han llegado a involucrar a China.

Los helicópteros y drones polacos vigilaron las conexiones, mientras que la policía y los voluntarios estonios se encargaban de las infraestructuras críticas. La desconexión incluyó una fase de pruebas en modo aislado de 24 horas, que debía permitir a los tres países comprobar la estabilidad de sus redes antes de la integración final en el sistema europeo a través de Polonia.

Antes la electricidad procedía del este y ahora procede del oeste, aunque en los tres países bálticos sólo hablan de una “independencia” que no existe. ¿No habían logrado la independencia en 1990? ¿no es una dependencia distinta?

La presencia de Ursula von der Leyen en las celebraciones previstas en Vilnius subraya que no se trata sólo de un mero cambio de la empresa suministradora. Es más que el simple cambio de una infraestructura. Es el símbolo de un nuevo rumbo político. En 2022 los tres países cesaron las compras de electricidad y gas rusos, pero su dependencia persistía a través del control de Moscú de la frecuencia de la red, un elemento vital para industrias que requieren un suministro estable.

Al final todo se resume en unan factura mensual. De momento, los tres gobiernos han tranquilizado a la población: los cambios “técnicos” no afectarán a los precios. A la población hay que acostumbrarla con pequeños cambios, sobre todo cuando al final las familias tienen que pagar el precio.

En los tres países bálticos la inflación ha sido brutal en los últimos diez años, del orden del 40 por cien. La caída del nivel de vida ha sido muy importante y el fardo del suministro eléctrico no se podía añadir a la cesta de la compra, al menos de momento.

Mientras tanto, los tres países bálticos no van a enganchar su red al enclave ruso de Kaliningrado, que ahora tendrá que operar aisladamente, incluso de la red rusa.

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