El movimiento ReachOut contabilizó 38 agresiones de ese tipo hace dos años y 36 en 2017. A principios de 2018, la junta municipal emitió una resolución en la que le pedía a la policía clasificar esos actos como “terrorismo”.
Ferat Kocak, un ciudadano de origen turco que trabaja para una universidad privada en Berlín, es sólo una de las personas que vio arder su propiedad –su automóvil– en febrero de este año.
El mismo día, un incendio provocado destruyó una librería especializada en literatura política de izquierda. Pintadas que rezan “cerdo rojo” o “rata de izquierda” no han cesado de aparecer en Neukölln.
A veces, ignorar en la calle a los nazis del Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD) o rechazar los pasquines que reparten basta para recibir de ellos una respuesta violenta.
Las víctimas y los militantes políticos de la zona señalan a un pequeño grupo de nazis, en especial a dos miembros de la sección local del NPD. Después de todo, alegan, quienes orquestan estos crímenes conocen muy bien Neukölln y los lugares de residencia de sus objetivos.
La gracia multicultural que sus habitantes le imprimieron a Neukölln lo ha convertido en uno de los barrios más atractivos de Berlín, pero también en blanco de ataques y crímenes perpetrados por los nazis.
Aunque sigue siendo el barrio más pobre de la capital alemana, Neukölln ya exhibe los síntomas típicos de la gentrificación: sus cafés, sus bares y sus restaurantes atraen a turistas como moscas; los estudiantes y los jóvenes profesionales pasan más tiempo allí que en sus propios vecindarios; inquilinos con mayor poder adquisitivo empiezan a desplazar a los inmigrantes que se establecieron allí antes, atraídos por los alquileres bajos… Más que cambiar de cara, la zona se encarece.
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