El gasto en armamento que se disponen a desembolsar los países europeos reposa sobre varias justificaciones falsas, además de la “amenaza rusa”. Una de ellas es la que procede del nuevo gobierno de Trump: hasta ahora Europa ha vivido bajo el paraguas de la OTAN dedicando muy poco dinero a los ejércitos. Estados Unidos habría realizado ese esfuerzo económico “gratis” y los europeos se han aprovechado de ello.
Las carencias militares europeas se habrían puesto a la vista con la Guerra de Ucrania y hay que superarlas mediante el rearme y un aumento exponencial de los gastos militares hasta el 5 por cien del PIB.
El planteamiento que hacen los caciques europeos es absolutamente falso: en los últimos diez años los países europeos han gastado 3,1 billones de dólares en sus ejércitos, según los datos del Sipri, el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (*).
Si nos remontamos a la disolución de la URSS, las cifras de gasto militar son aún más espectaculares: 8,9 billones de dólares a precios de 2023 derrochados en los ejércitos europeos, en el periodo 1991-2021, es decir, antes del inicio de la Guerra de Ucrania.
Pero en los ejércitos las armas no lo son todo; también hay soldados y Europa está repleta de cuarteles y uniformados. A principios de la década de los noventa y sin contar las tropas de Estados Unidos, la OTAN alcanzó dos millones de soldados en activo. Para el cambio de siglo, tras una década de reducciones, los ejércitos de los Veintisiete se han mantenido en torno a los 1,3 y 1,4 millones de uniformados.
No obstante, es bien sabido que esas tropas no están organizadas en una sola fuerza, sino distribuidas en 29 milicias distintas con mandos distintos, e incluso opuestos, algo consustancial a la historia misma de Europa.
Aunque los países europeos gastan ingentes cantidades de dinero en sus ejércitos y mantienen grandes volúmenes de tropas, sólo son capaces de poner en pie unas pocas y pequeñas unidades de combate para enviarlas a países periféricos. Desde luego, no serían capaces de enfrentarse a Rusia.
Es el problema que los europeos tratan de ocultar y que la Guerra de Ucrania ha puesto a las claras: el gasto militar ha sido un despilfarro absoluto. Si prescindimos de la destrucción de Yugoslavia en los noventa, cuando los europeos han intentado cruzar sus guantes con Rusia, han salido trasquilados. Ha sido como tirar billones de dólares por la borda. A duras penas los europeos tienen fuerzas para destruir pequeños países indefensos, como Libia.
Los países europeos ya no van a poder intimidar a Rusia, por más dinero que gasten en todo tipo de armas y por más que aumenten el número de tropas.
(*) https://www.sipri.org/databases/milex
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