Imágenes obtenidas vía satélite muestran la amplia destrucción sembrada por los peshmergas, y en algunos casos por las milicias yazidíes y los grupos armados kurdos de Siria y Turquía que actúan en colaboración con los peshmergas.
Las fuerzas armadas del gobierno regional del Kurdistán parecen ser la punta de lanza de una campaña concertada dirigida a desplazar a las poblaciones árabes, destruyendo pueblos enteros en las zonas recuperadas al Califato Islámico en el norte de Irak.
Los residentes árabes que huyeron de los combates en sus localidades se ven ahora impedidos por las fuerzas del gobierno regional de Kurdistán de volver a las zonas recuperadas y tienen grandes dificultades para sobrevivir en campamentos improvisados en donde las condiciones son desesperadas.
Muchos han perdido sus medios de subsistencia y todas sus propiedades, y no tienen lugar al que volver, al haber sido destruido su domicilio.
Los desplazamientos forzados de la población y las extensas destrucciones de vivienda han sido especialmente intensos en las provincias de Nínive, Kirkuk y Diyala, que fueron recuperadas por los peshmergas al Califato Islámico entre septiembre de 2014 y marzo de 2015.
Si bien los responsables del gobierno regional de Kurdistán justifican los desplazamientos de población árabe invocando la seguridad, parece que esta práctica tiene por finalidad castigar a esta población por su supuesta simpatía hacia el Califato Islámico.
Las milicias kurdas pretenden consolidar las ganancias territoriales en zonas en disputa que siempre han reivindicado para sí. Esto se inscribe en el contexto de una voluntad de rectificar los abusos cometidos por el régimen de Saddam Hussein, que había desplazado por la fuerza a los kurdos e instalado después a los árabes en estas zonas.