Hace unas pocas horas el gobierno español confirmó la presencia de la ministra de Defensa, Margarita Robles Fernández, en tres de las islas y peñascos que reclama Marruecos en el Estrecho de Gibraltar.
El pretexto oficial era absolutamente irrelevante para llevar a la ministra hasta allá: la patrullera “Isla Pinto”, amarrada en el puerto de Melilla, quedaba al mando del teniente de navío Manuel Ángel López.
Al tomar posesión del cargo, el comandante López resultó enfático y reiterativo: España le recuerda a Marruecos que ostenta la soberanía de las ciudades de Ceuta y Melilla, además de las islas y peñascos que reivindica la corona cherifiana.
Los territorios que España aún mantiene en África están rodeados de aguas jurisdiccionales, que también son españolas, por lo que el teniente de navío prometió velar especialmente por que los pesqueros marroquíes no entren en el territorio español, a menos que tengan las autorizaciones adecuadas.
Esas ciudades, islas y peñascos españoles tienen un interés estratégico, recordó López, reiterando que eran de gran importancia para asegurar la defensa de España, que no puede aceptar la más mínima falta de respeto hacia su soberanía.
Por lo tanto, la Marina española sigue dispuesta a ahuyentar a los pesqueros marroquíes que incursionen en sus aguas jurisdiccionales.
En 2002 Aznar y el gobierno del PP ya hicieron una bufonada con la isla de Perejil, un peñón deshabitado que está a sólo 200 metros de las costas marroquíes, pero bajo la siempre celosa soberanía española.
Pero, igual que Ceuta, Melilla y demás posesiones africanas, la OTAN no reconoce la titularidad española porque así lo firmó el gobierno de Madrid cuando se incorporó a la Alianza poco después del Golpe de Estado de 1981. Tenían tanta prisa que se pillaron los dedos.
Las repetidas peticiones formales para que Ceuta y Melilla se incorporen también a la OTAN, presentadas al Parlamento por la flor y nata de la reacción española (UPyD, PP, Vox), no han prosperado nunca. Para la OTAN un ataque a los enclaves africanos no es un ataque a España.
Las ostentosas declaraciones oficiales acerca de Ceuta y Melilla son papel mojado. A los políticos de Madrid les entusiasma hablar de la soberanía, pero lo mismo ocurría en 1975, cuando el Sáhara era español. En Rabat saben que si entonces cedieron, los españoles también acabarán cediendo en los enclaves africanos bajo soberanía española.
En la península se llevarán un disgusto tan grande como el de 1898, cuando perdieron Cuba.