El obispo caldeo Antoine Audo |
Resumimos las palabras del obispo porque son otros tantos ladrillazos que no tienen desperdicio.
Empezó diciendo que, cualquier que sea su confesión religiosa, la mayoría del pueblo sirio apoya a Bashar Al-Assad, “que se merece un respeto”. Mientras el 80 por ciento de los cristianos defienden al actual gobierno, las milicias yihadistas carecen de apoyo popular.
Añadió luego que los cristianos en Siria no se sienten perseguidos, en contra de la infame propaganda contra el islam, en general, y contra Bashar Al-Assad, en particular.
El tercer ladrillazo en la cabeza fue cuando dijo que una solución política en Siria no se puede imponer desde el exterior.
Estados Unidos, afirmó Audo, debe respetar a los sirios. Junto con los rusos Washington puede poner fin a la violencia presionando sobre los actores regionales y locales.
A partir de ahí empezó a atacar lo que calificó como “propaganda occidental” contra el gobierno sirio y, especialmente, contra Al-Assad, aún reconociendo que no les puede exonerar de toda la responsabilidad por lo sucedido.
Las tres catedrales de Alepo han sido casi totalmente destruidas y centenares de personas secuestradas y luego liberadas en las aldeas cristianas, las últimas a comienzos de este mismo año.
Los yihadistas atacaron a los
cristianos, según el obispo, porque querían desestabilizar a la población de Homs y de
otras ciudades. Sin embargo, tras cinco años de guerra, no lo lograron.
Para Alepo la tregua actual ha supuesto un alivio y la llegada de agua y la electricidad que faltaban desde hacía seis meses. Pero es demasiado pronto para asegurar que los cristianos volverán a las iglesias.
Antes de la guerra, en Siria había 1,5 millones de cristianos, que tras los años de guerra se han reducido a 500.000. En Alepo había 160.000 y en la actualidad quedan unos 40.000 y están en las zonas controladas por el ejército regular.
El motivo de la guerra, según el obispo, es que el mundo árabe marcha rezagado ante las presión secularizadora a la que se le quiere someter.
También aludió a la naturaleza militar del Estado, que no logra desarrollar económicamente al país y no tiene el coraje de mirar de cara el problema de los antagonismos étnicos y religiosos en la región.
Ante las dificultades, el obispo confesó que se sentía decepcionado de occidente y de la posibilidad de buscar una solución. La violencia y la intolerancia no reflejan la realidad de la sociedad siria, concluyó el obispo.