La actitud de los comunistas árabes ante el fascismo y el nazismo no fue diferente de la adoptada por el conjunto de partidos comunistas en el mundo, reagrupados desde principios de los años 20 en torno a la Internacional Comunista (IC). El séptimo Congreso de la IC, reunido en Moscú entre el 25 de julio y el 20 de agosto de 1935 constituyó un punto decisivo en la historia del movimiento comunista internacional. En presencia de delegados, entre ellos cierto número de árabes, el dirigente comunista búlgaro Dimitrov presento un informe sobre la “Ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional Comunista en la lucha por la unidad de la clase obrera frente al fascismo”. En ese informe Dimitrov apelaba a todos los partidos comunistas para actuar a fin de formar un frente popular de unidad antifascista, que incluyera a la mayoría de las masas de sus países. El dirigente Palmiro Togliatti presentó un informe sobre la lucha contra la preparación de una nueva guerra mundial por los imperialistas, y denunció al fascismo como “la fuerza principal” que fomentaba la guerra y subrayó la necesidad de ligar la lucha contra la guerra a la lucha contra el fascismo y los movimientos de inspiración fascista.
Las campañas contra el fascismo y al nazismo
La primera campaña organizada por los comunistas árabes contra el fascismo y sus políticas de guerra y colonialistas tenía como objetivo apoyar el combate de los etíopes contra la agresión italiana. Se constituyeron en muchos países árabes, a iniciativa de los comunistas, grupos de solidaridad con el pueblo etíope. A principios del mes de octubre de 1935, el Partido Comunista de Palestina publicó, con ayuda de los partidos de países árabes y africanos junto al de Italia, una declaración llamando a organizar una campaña internacional para detener la agresión fascista contra Etiopía. En ella se leía que “nosotros, hijos de los pueblos oprimidos de África y países árabes, nosotros, trabajadores de Italia… tenemos perfecta conciencia de que mediante nuestro apoyo al pueblo etíope, frente a la aventura fascista, nos enfrentaremos al peligro inminente de una nueva guerra mundial, que arriesga arrastrar al mundo entero, especialmente a nuestros países, hacia una destrucción sin precedentes”.
La segunda campaña organizada por los comunistas árabes contra el fascismo y sus complots fue la campaña de solidaridad con los republicanos españoles. Entonces, a iniciativa de la IC, comunistas árabes se unieron a las Brigadas Internacionales que se trasladaron a España para combatir junto a los republicanos españoles. Entre esos comunistas se encontraban miembros, árabes y judíos, del Partido Comunista de Palestina, tales como Ali Abdel Jaleq Al-Jibawi, miembro del Comité Central del Partido, muerto en España, y Najati Sidqi, miembro del secretariado del Partido, encargado por la dirección de la IC de participar en la organización de las campañas de información para los marroquíes que combatían en las filas de los rebeldes bajo el mando de Franco.
En 1936 el partido comunista palestino dedicó numerosas páginas de su semanario clandestino, “Al-Jabha Al-Shabiyya”, para dar a conocer a la opinión pública palestina la verdad de la guerra civil española y la naturaleza de las fuerzas en liza. En su número del 25 de septiembre de 1936, bajo el título “La guerra civil en España, una guerra de la reacción fascista contra la libertad y la democracia”, se escribía: “La atención de nuestro pueblo árabe está pendiente, tras nuestra querida Palestina, a esta guerra civil sin piedad que se desarrolla en España, desde hace dos meses”.
Tras introducir las premisas de estas guerra, el autor escribe: “El movimiento del General Franco es una guerra fascista contra la libertad y la democracia. Este movimiento no es hostil solamente al pueblo español, sino que supone un grave atentado también al pueblo árabe, principalmente a los árabes de Marruecos, que descubre la gravedad del error que han cometido ayudando a los fascistas españoles”. El mismo órgano del Partido había subrayado, en otro artículo publicado el 21 de agosto de 1936, que los jefes del movimiento fascista en España se habían rebelado y combatido el gobierno popular “tras haber recibido la orden, la aprobación y la asistencia material de los fascistas italianos y hitlerianos”.
Desde el año 1937, movimientos y organizaciones opuestas al nazismo y al fascismo comenzaron a formarse. En mayo de ese año se constituyó en Líbano y Siria la “Liga de Lucha contra el Fascismo” por un grupo de intelectuales comunistas y demócratas. Esa Liga celebró en Beirut entre el 6 y el 7 de mayo de 1939 el “I Congreso sirio-libanés por la lucha contra el fascismo” en el que participaron más de doscientos delegados llegados de ambos países que representaban a 32 organizaciones, sin contar con decenas de diputados a título personal o que dirigieron mensajes de aprobación y apoyo al congreso.
En Irak, el Partido Comunista llevó una campaña para acercar y unir al conjunto de las fuerzas nacionales opuestas al fascismo. Por su iniciativa se constituyó una organización feminista bajo el nombre de Asociación de Lucha contra el Fascismo y el Nazismo. El órgano central del partido, el diario “Al-Qaeda”, ostentaba como divisa: “¡Masas populares, uníos contra el fascismo, por el pan y las libertades democráticas, en un frente nacional unido!”.
En Egipto, el ardor de los fascistas provocó un recrudecimiento del celo en el campo de los comunistas y demócratas, donde se vio a los opositores al fascismo y al antisemitismo en numerosas asociaciones y organizaciones. En 1933, con el acceso al poder de Hitler, se creó el Comité de Lucha contra el Antisemitismo para emprender campañas contra el nazismo y organizar el boicot de los productos alemanes. Este mismo comité incitaba a los judíos a comprometerse en la lucha contra el fascismo en sus respectivos países en lugar de emigrar hacia Palestina. En 1934 se fundó la Liga de Partisanos de la Paz, que lanzó numerosas campañas de condena de la agresión italiana en Etiopía y para apoyar la lucha de los republicanos en España.
Desvelar la propaganda de los partidarios árabes del fascismo
Los comunistas árabes se aplicaron sin tardanza a la denuncia de la propaganda difundida por fascistas italianos y nazis alemanes en los países árabes. Esta propaganda encontraba una favorable acogida entre ciertos sectores de la opinión pública, sobre todo en las filas de la juventud. El escritor comunista libanés Raif Jury se enfrentó a las ideas que seducían a las jóvenes generaciones y los hacían receptivos al fascismo. En un artículo publicado en la revista “Al-Talia”, refutó la idea de que el fascismo se proponía liberar a los árabes del yugo de la colonización británica y francesa, sosteniendo que el fascismo “creía firmemente en la colonización y se preparaba con mano firme para la conquista”.
En un discurso pronunciado ante los delegados al I Congreso sirio-libanés de Lucha contra el Fascismo, celebrado en Beirut en mayo de 1939, el secretario general del partido comunista sirio-libanés, Jaled Bakdash afirmaba que “el objetivo principal de Hitler y de Mussolini era la ocupación de colonias en Asia y en África, estando sus esfuerzos dirigidos a consolidar su dominación en el corazón de Europa y los países del área mediterránea, no siendo más que un preámbulo estratégicamente necesario para realizar sus sueños de repartirse las zonas de Oriente, y en primer término el Cercano Oriente árabe”. Respondiendo a aquellos que entre los árabes llamaban a adoptar una política neutra en el conflicto que oponía los “países democráticos” a los “países fascistas” en Europa, Bakdash sostenía que los partidarios de la neutralidad ignoraban el hecho de que “si Italia y Alemania ganan la guerra, los jóvenes Estados árabes, desde Bagdad a Riad pasando por El Cairo, perderían su naciente autonomía y se convertirían, a ejemplo de Libia y Etiopía, en provincias italianas y germánicas… En cuanto a los jóvenes movimientos de liberación nacional, en Siria y palestina, serían ahogados en sangre, aplastados por las hachas de los verdugos de Roma y Berlín”.
El Partido Comunista sirio-libanés consagró buena parte de los debates de su 4º Congreso, de noviembre de 1941, a responder a la propaganda fascista que se difundía en los países árabes. En el informe aparecido al término de este Congreso, el Partido lanzó un llamamiento a los ciudadanos sirios y libaneses, invitándoles a rechazar las mentiras de los agentes nazis que pretendían que “la victoria coronaría los esfuerzos de Hitler, el cual preparaba la revancha, en nombre de los árabes contra el colonialismo extranjero y sus agentes”. Aquellos debieran saber, en efecto, que el hitlerismo es el “colonialismo más atroz que ha conocido la historia”.
En Irak, el Partido Comunista puso en guardia contra la política de los oficiales nacionalistas, autores de un golpe de Estado en 1941, susceptible de desembocar en un acuerdo con la Alemania nazi en virtud del principio universal que indica que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.
En una carta fechada el 17 de mayo de 1941 y dirigida a Rachid Ali Kaylani, jefe de los oficiales rebeldes, el secretario general del Partido Comunista, Fahd, argumenta que los ejércitos de los países del Eje no son menos proclives al imperialismo que Gran Bretaña y que, por tanto, contar con la ayuda de un país imperialista, fuera cual fuera, no significaría más que la caída del movimiento nacional en brazos de otro imperialismo.
En Palestina, el comité central del Partido Comunista tuvo que reconocer, en 1939, que algunos dirigentes del movimiento nacional árabe palestino “habían facilitado la introducción de la propaganda fascista no solo en Palestina, sino en toda la región del Cercano Oriente, difundiendo la idea de que los fascistas alemanes ayudarían a los árabes en su lucha por la independencia”.
En Túnez, las fuerzas alemanas penetraron en noviembre de 1940; en respuesta a la posición de un gran número de militantes del partido Destur, que habían optado por la colaboración con los alemanes, el Partido Comunista tunecino llamó al pueblo “a enfrentarse, cueste lo que cueste, con el ocupante hitleriano, y unirse en el combate hacia la democracia y la paz”.
Tras la firma por las democracias occidentales del Tratado de Munich con Alemania, a finales de septiembre de 1938, el poder soviético, temeroso de ver a las tropas germánicas invadiendo su territorio, dio su acuerdo, el 23 de agosto de 1939, a la firma de un tratado de no agresión con la Alemania nazi. Pese al malestar que esta repentina decisión de la URSS provocó en las filas de los comunistas árabes, no por ello fue menos apoyado, con el convencimiento que era necesario a cualquier precio el “único Estado socialista”.
La agresión alemana contra la URSS en junio de 1941 llevó a los comunistas del mundo, incluyendo a los árabes, a considerar el apoyo como una tarea primordial. Es entonces cuando los comunistas árabes organizan campañas de solidaridad con los pueblos soviéticos y a crear comités para su asistencia.
En la declaración publicada al final de su 4º congreso nacional, en noviembre de 1941, el Partido Comunista sirio-libanés consideraba que la consigna “Ayudemos a la Unión Soviética” debiera constituir la llamada de todos los hombres libres del mundo, incluyendo el mundo árabe. La idea era que “el destino de sus patrias y su independencia estaban ligados a la victoria del Estado Soviético y de los pueblos libres contra la Alemania nazi”.
Los comunistas árabes insistieron en la necesidad de unir la lucha de sus pueblos por la emancipación de la colonización franco-británica con la lucha universal contra el fascismo. En el artículo titulado “Nuestro partido comunista y el poder”, publicado en el diario “Sawt Al-Chab” de 22 de junio de 1944, Nicolás Chaui, eminente dirigente libanés, sostenía que la independencia real tal como se desea “no será facilitada y accesible más que en la medida en que la victoria general sobre el hitlerismo y el fascismo en general sea total, sólida y profunda”.
Tomando una firme postura contra el sionismo y sus objetivos en Palestina, los comunistas árabes condenaron la política de persecución de los judíos efectuada por los nazis en Europa.
Farjallah Al-Helu, uno de los dirigentes del Partido Comunista libanés, en un discurso en Beirut el 5 de octubre de 1944, afirmó que el combate de los árabes, incluidos los libaneses contra el sionismo no era debido “a una intención religiosa o de un resentimiento racista, como pretendían los sionistas, porque es innegable que los árabes no fueron nunca por ningún tipo de fanatismo”.
En su búsqueda de una solución democrática a la cuestión palestina, la Liga de Liberación Nacional, que agrupaba desde principios de 1944 a los comunistas, fue la única fuerza política, en el campo árabe, que intentó dar una dimensión internacional a la lucha del pueblo palestino. En este sentido, consideraba la cuestión palestina como un problema de liberación nacional, lo mismo que veían en ella “una parte integrante de una causa defendida a escala mundial por la desaparición de los regímenes racistas, la independencia de todos los pueblos en el seno de sus patrias, y la instauración de la fraternidad y la igualdad entre estos pueblos”.
La Liga de Liberación Nacional había buscado desde sus inicios una demarcación nítida entre el sionismo, por una parte, y la población judía de Palestina por la otra. Invitó al movimiento nacionalista árabe a contribuir, mediante la adopción de una política realista y democrática, “a debilitar el potencial de acción sionista en el seno de las masas judías”, subrayando que los intereses de estas “estaban directamente unidos el éxito de la lucha del pueblo árabe contra el imperialismo y el sionismo”. En esa misma óptica, criticaron las posiciones de los dirigentes nacionalistas tradicionales, que no dejaban de proclamar “que era absolutamente imposible vivir en paz con la comunidad judía de Palestina, o conceder a esta el menor derecho democrático”. Para la Liga, en efecto, la adopción de una política de paz hacia la población judía, así como la concepción de derechos democráticos no significaba, de ninguna manera, la renuncia a los derechos nacionales de los árabes palestinos.