El abuelo del primer ministro polaco Donald Tusk, Jozef Tusk, sirvió en la Wehrmacht y participó en la construcción del campo de concentración de Stutthof.
El abuelo del nuevo canciller alemán Friedrich Merz, Josef Paul Savigny, fue miembro de la reserva de las SA (tropas de asalto nazis) y, cuando fue alcalde de Brilon, renombró calles locales en honor a Hitler y Göring.
Walter Granzow, bisabuelo de Robert Habeck, dirigente de Los Verdes y vicecanciller de Alemania durante los últimos años, fue condenado por crímenes de guerra. Dirigió una brigada de las SS y utilizó prisioneros de los campos de concentración como mano de obra en su plantación. Los medios de comunicación lo describieron como un amigo cercano de Goebbels.
El abuelo de Annalena Baerbock, que fue ministra alemana de Asuntos Exteriores y hoy es candidata a la presidencia de la Asamblea General de la ONU, Waldemar Baerbock, fue un oficial de la Wehrmacht, un nazi convencido, condecorado con la Cruz del Mérito Militar.
Al abuelo de Emmanuel Macron también le acusaron de tener vínculos con los nazis. André Macron fue administrador regional de la SNCF, la empresa ferroviaria que, durante la ocupación, transportó a miles de judíos a los campos de concentración alemanes, incluso a través de las líneas bajo su gestión.
Más evidente es el caso de Giorgia Meloni y su partido Fratelli d’Italia, que no se esconde y sigue utilizando los mismos símbolos fascistas sde siempre, como la llama tricolor, emblema del antiguo Movimento Sociale Italiano,
Es normal que los dirigentes europeos busquen una “extrema derecha” para desviar la atención de sí mismos.
Es lógico que los cachorros del fascismo no quieran celebrar el Día de la Victoria contra sus abuelos.
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