Hay varios malentendidos y muchas ilusiones sobre los Brics. No contenan a todos. En las cadenas de televisiones españolas no existen, mientras que los medios alternativos se reparten entre los amigos acérrimos y los enemigos furibundos. No son lo que les gustaría a algunos. No son la III Internacional, ni el Pacto de Varsovia, ni el viejo Consejo de Ayuda Mutua Económica que agrupaba a los países del bloque socialista. Ni siquiera son una reedición del Movimiento de los No Alneados.
Los países asociados al grupo ni siquiera se oponen formalmente a las potencias occidentales. El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, ha explicado con sencillez la participación de su país: la colaboración con ciertos países (China, Rusia) no nos impide mantener buenas relaciones con otros (Estados Unidos).
Son una válvula de escape frente a la presión asfixiante del orden internacional creado en 1945 bajo la batuta de Estados Unidos. Se diseñaron en 2009 para ser una alternativa a las instituciones creadas por las potencias imperialistas después de la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento India aún era una colonia y a China aún no había llegado la revolución que la pondría en el lugar que ocupa ahora en el mundo.
Las viejas potencias imperialistas han llevado el monopolismo a los mercados internacionales. Países como China y la India intentan romper esas barreras y encontrar alternativas a los organismos financieros mundiales, en particular el FMI y el Banco Mundial. Aquellas instituciones de la posguerra siempre estuvieron al servicio de sus creadores y su reforma ha sido imposible. Los Brics pretenden lograr una mejor cooperación económica entre los países emergentes.
A la plataforma originaria se le añadió Sudáfrica en 2010 y en enero de este año entraron también Arabia saudí, Irán, Etiopía y Emiratos Árabes Unidos. Con esta última ampliación, los Brics agrupan una población de 3.500 millones de habitantes, casi la mitad de la población mundial. El tamaño total de las economías de los países miembros es de 28,5 billones de dólares. Esto corresponde a alrededor del 28 por cien de la economía mundial.
Los países Brics también producen el 44 por cien del petróleo crudo del mundo. En 2014 crearon un instrumento al servicio de una nueva dinámica económica mundial, el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), dotado entonces de 250.000 millones de dólares. Antes de su adhesión a los Brics, Emiratos y Egipto se convirtieron en miembros del NBD, cuyo principal objetivo es la financiación de proyectos de infraestructura en los países en desarrollo.
Los Brics, que se reúnen anualmente bajo una presidencia rotatoria, forman una agrupación económica dinámica donde China e India encuentran en Rusia un proveedor fiable. La ausencia de una estructura institucional sólida convierte a la asociación en un grupo con un potencial aún incierto. No tienen una secretaría permanente ni tratados vinculantes entre sus miembros. Tampoco se puede ignorar la heterogeneidad del grupo. Mientras para Rusia es un apoyo para contrarrestar el bloqueo occidental que pesa sobre su economía, otros miembros evitan el choque directo con Occidente.
Los países del grupo tienen un proyecto a largo plazo, pero no forman un bloque, no son una alianza militar y, aunque tengan su propio banco, tampoco son un organismo económico al estilo de la OCDE. Son un grupo de países en ascenso, pero su cohesión y su capacidad para actuar de manera cohordinada aún están por demostrar.
En la última Cumbre, celebrada en Kazán, delegaciones de 35 países y 6 organizaciones internacionales se reunieron para discutir temas internacionales y perspectivas de ampliar las asociaciones en tres áreas principales: política y seguridad, comercio e inversión, así como intercambios culturales y humanitarios. Los estados discutieron esfuerzos conjuntos para impulsar el crecimiento económico, especialmente en el sur. En este marco, a través del NBD, pretenden implementar nuevos proyectos conjuntos en los campos de la industria, la energía, la logística y la alta tecnología. Pretenden profundizar las asociaciones en el campo financiero, mejorando la comunicación interbancaria y creando mecanismos de pago en monedas locales. El establecimiento de tal sistema podría ser un desafío importante a la hegemonía del dólar, una moneda en el corazón del sistema financiero internacional que otorga a Estados Unidos una influencia considerable sobre la economía mundial.
La Declaración de Kazán subraya la oposición colectiva de los Brics a las sanciones por ser contrarias al derecho internacional. A ellas hay que sumar el bloqueo y los embargos, como el padecido por Rusia en 2022, que se ha transferido a Ucrania para financiar la guerra.
Aquel mismo año Argentina robó un avión venezolano en el aeropuerto de Buenos Aires y, cumpliendo su deber de lacayo fiel, se lo entregó a Estados Unidos.
Hace dos años que Venezuela no paga la cuota de la ONU. Por lo tanto, ha perdido su derecho de voto en la Asamblea. No es que no quiera pagar sino que, a causa de las sanciones, no le dejan porque no puede abrir cuentas corrientes. Que cualquiera piense lo que supone no tener un cuenta bancaria, no poder pagar la luz, el agua, el alquiler…
Quien concede y quita el voto en la ONU es Estados Unidos.
En setiembre incautaron el avión que utiliza Maduro en sus desplazamientos, que estaba en un aeropuerto de la República Dominicana. También se lo llevaron a Estados Unidos. Como dijeron entonces en Washignton, “nadie está por encima de las sanciones de Estados Unidos”.
Las sanciones no afectan sólo un cierto número de países, sino a otros que colabran con ellos, a las instituciones públicas, a las empresas privadas, a las personas… Los imperialistas han acabado convirtiendo al mundo en una mazmorra.