La intervención directa y abierta de los países de Europa occidental en la Guerra de Ucrania es un hecho consumado. La pregunta es cómo reaccionará Rusia y si Estados Unidos se verá arrastrado al barro.
El Servicio de Inteligencia Exterior ruso (SVR) advertió sobre los planes europeos para ocupar Moldavia, que las elecciones parlamentarias el domingo no han aplazado, a pesar de la victoria de Maia Sandu y demás secuaces de Bruselas.
En proyecto original contaba con la derrota de los “proeuropeos”, la convocatoria de protestas y la falsificación de los resultados electorales, tras lo cual Sandu solicitaría ayuda para seguir con la represión y las redadas de los “prorrusos”.
Al mismo tiempo, la intervención militar de la OTAN sería una amenaza para las tropas rusas en Transnistria.
Los planes han cambiado pero sólo muy ligeramente. Las tropas occidentales, en uniforme de campaña (francesas y británicas), han salido de la Puerta de Focsani, en Rumanía, y se encuentran en Odesa, el puerto más importante del Mar Negro.
Se reproduce la misma situación que durante la guerra civil contra la URSS de hace cien años.
Las tropas occidentales corren un enorme riesgo porque se han puesto en el punto de mira y va a ocurrir lo mismo que en Siria. Primero acusaron de conspiranoicos a los que decían que la guerra enfrentaba al antiguo ejército regular con la OTAN; ahora ya nadie se preocupa por disimular (ni en Siria ni en Ucrania).
Tanta desfachatez conduce a pensar que es posible que sea otra provocación: Rusia ataca a las tropas occidentales, como ha prometido, y de esa manera Estados Unidos queda comprometido a salir en su ayuda, que es lo que tratan de lograr los europeos a toda costa.
Las tropas británicas y francesas son un cebo, porque si Rusia no las aniquila, consolida y refuerza su presencia en Ucrania, que es lo que pretende evitar con la guerra actual.
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